Nuevo Testamento (Varios autores. Siglo I). En el principio de nuestra Era.
Uno de los procesos más interesantes de nuestra historia es la forma en la que se han ido difundiendo (y enriqueciendo) las diversas civilizaciones del planeta da partir de sus focos iniciales.
Remontándonos a los orígenes de la civilización occidental, cabe recordar que los griegos no fueron un pueblo particularmente expansivo. Si bien fundaron un largo rosario de colonias a lo largo de todo el Mediterráneo y el mar Negro, raramente expandieron tales ciudades mediante mecanismos de dominación directa de sus entornos. Pero durante el Siglo IV a. de C. dos poderosos vecinos del norte iniciaron un ciclo de fuerte ciclo de expansión territorial que incluyó el control sucesivo de la propia Grecia: estamos hablando de Macedonia y de la naciente Roma.
En relación a este último tenemos muchos testimonios literarios propios de como se desarrolló el proceso de expansión, pero es muy raro encontrar la visión desde los vencidos, de aquellos pueblos que uno tras otros fueron incorporándose al gigantesco estado romano.
Por ello es particularmente interesante el testimonio del Nuevo Testamento que todos bien conocemos desarrolla una serie de acontecimientos que se desarrollan en Judea y en sus alrededores precisamente en el periodo que pierde su independencia para convertirse en una provincia romana.
Sin duda los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles son textos profundamente religiosos, pero más allá de una lectura religiosa (o laica) de su contenido doctrinal encontramos una serie de valiosos elementos de análisis sobre lo que supuso el salto antes descrito.
Si nos damos cuenta el nacimiento y los primeros años de la vida de Jesús de Nazaret se desarrollan en una etapa en la que Judea era lo que ahora llamaríamos un protectorado de Roma. La dinastía gobernante estaba sometida a tributo por Roma y por supuesto no tenía facultad alguna para desarrollar lo que ahora llamaríamos una "política exterior" ajena a los intereses de Roma. Pero por lo demás tenía plena independencia para ejercer su poder frente a su pueblo.
Y el Evangelio nos cuenta además que tal ejercicio se desarrollaba de una forma terriblemente arbitraria y cruel: así por ejemplo las dudas sobre una supersticción lleva al Rey Herodes a acabar con la vida de todos los niños de menos de dos años en una zona determinada de su reino. Y al cabo de unos años, por el mero capricho de una cortesana se acaba con la vida de Juan el Bautista sin otra acusación distinta de sus predicaciones poco ortodoxas.
Sin embargo esta situación cambia cuando, al poco tiempo, la zona pasa a ser una Provincia Romana, y por tanto a extenderse en ella las formas de gobierno y de aplicación de la ley propias del resto del Imperio. Si leemos atentamente los Evangelios veremos como en este nuevo escenario Jesús tuvo la posibilidad de difundir sus ideas, en algunos casos muy críticas respecto a la jerarquía religiosa, ante multitudes cada vez mayores, e incluso entre los "gentiles" y los propios militares romanos (recordemos la conversión del Centurión). Cierto es que cuando Jesús reaparece en Jerusalen la jerarquía judía exige su muerte, pero en la nueva situación ya no pueden aplicar esta pena sin la aquiescencia del gobernador romano Poncio Pilato. Y, según podemos advertir en los Evangelios esta toma la decisión final de aceptar lo que se le solicita tras intentar lo que huy llamaríamos una solución alternativa (el castigo corporal y la burla) y en todo caso ante la falta de defensa del propio Jesús.
Esta actitud de tolerancia la vemos confirmada en la primera etapa de expansión del cristianismo por el oriente del Imperio. Como nos relatan los Hechos de los Apóstoles Pablo de Tarso. pudo predicar la nueva fe sin muchas de las ciudades en la zona. E incluso le fue posible denigrar a la cultura griega y llamar a sus dioses "idolos" delante en la misma Acrópolis sin mayores consecuencias. De hecho, dada su condición de ciudadano romano, cuando la jerarquía religiosa judía le acuso tiene la posibilidad de recurrir al mismo emperador y para ello es enviado a Roma. Un procedimiento de preservación de sus derechos que incluso hoy en día nos parece extraordinario.
La civilización Romana aportó un amplio grado de libertad religiosa y, por citar sólo un ejemplo, sabemos que a Isis se le adoraba no solamente junto al Nilo sino el limes del Rin, junto a la muralla de Adriano en el norte de Inglaterra o aquí, en la ciudad de Valencia en la que se escriben estas líneas en las que aún podemos ver en una de sus calles una lápida que habla de sus adoradores "vernáculos".
Cierto es que el conocimiento que los ciudadanos tenemos de nuestra historia está lleno de tópicos. La idea de los cristianos devorados por los leones en el Coliseo quizá no sea irreal y en algunos momentos se produciría. Pero curiosamente no es lo que dice el Nuevo Testamento que no habla de ello para nada, y que por lo tanto desmiente escenas como los martirios masivos del año 64 tras el incendio de Roma que en teoría se habrían producido antes de su formalización y que por lo tanto en caso de que fueran reales hubieran sin duda en él referidos.
Pero además de este marco jurídico protector la difusión temprana del cristianismo se facilitó por cuatro novedades adicionales que incorporaba el Imperio a los territorios antes gobernados con una bateria de diversos reinos: la facilidad para cruzar las antiguas fronteras, una red cada vez mejor de comunicaciones, la pax romana que hacía mas seguros los desplazamientos y la existencia de una lengua franca, el griego, que facilitaba la comunicación entre los ciudadanos. Esta última una aportación no tanto de los propios romanos sino del otro "poder expansionista" del que ante hablábamos. La gesta de Alejandro Magno, además de ser una de las mayores epopeyas de nuestra historia permitió extender el helenismo por todo el Mediterráneo oriental creando una serie de vínculos culturales que acabarían de consolidarse con el imperio Romano.
Decíamos que este no trataba de ser un comentario religioso. De hecho no nos interesa a nuestros efectos como se generó y expandió el cristianismo, más allá de servirnos de ejemplo de como en unas determinadas circunstancias la difusión de las ideas y el progreso de los ciudadanos puede acelerarse sobremanera.
Todos los factores que ante señalábamos facilitaron la difusión del cristianismo. Pero también de la técnica, de la cultura y de las formas de interrelación social. Pablo de Tarso, San Pablo pudo en muy pocos años difundir su mensaje en una abanico de ciudades repartidos en los actuales estados de Israel, Palestina, Líbano, Sirria, Turquía, Chipre, Macedonia, Grecia, Malta e Italia. Pero de la misma forma circulaba la información respecto a las mejoras de la medicina, agricultura, del urbanismo, de la construcción, del arte, de las interrelaciones sociales o de la democracia. En los Hechos sabemos lo que Pablo de Tarso contó en Atenas, Éfeso o Tesalónica. Pero con toda seguridad recibió una cantidad de información descomunal a cambio. En algunos casos errónea o irrelevante. Pero en otros de gran utilidad para el progreso de otras zonas.
El estado Romano fue una muy mala noticia para las decenas y decenas de los "pueblos" que en él se iban integrando. Y por supuesto: fue una pésima noticia para los poderes que los sojuzgaban, a menudo más despóticos y crueles que los peores comportamientos que se atribuyen a los emperadores romanos.
Pero, en general, fue una muy buena noticia para las personas que integraban tales "pueblos". Y cierto es que partes de sus culturas y sus lenguas y de perdieron para siempre. Pero otras partes, las que podríamos decir que sobrevivieron al proceso de selección natural por ser mas útiles, se incorporaron al acervo de lo que huy llamamos cultura occidental. Como por ejemplo algunos de los principios que empezó defendiendo en la lejana Galilea Jesús de Nazaret.
Y sin embargo, en el propio texto, encontramos la excepción que confirma la regla que acabamos de citar: el pueblo judío pervive 2.000 años después como una de las pocas excepciones a la integración romana. No es este sin duda el sitio en donde podamos aportar algo nuevo sobre esta cuestión, pero si que es cierto que en el Nuevo Testamento encontramos alguna pista que pudiera ser de interés.
Como es bien sabido, es difícil establecer los límites entre la religión judaica y la tradición nacional del pueblo de Israel. Sin duda esta fuerte trabazón tubo que ver en el periodo prerromano con la necesidad de fortalecer una identidad propia frente a los imperios desarrollados en las orillas del Nilo y del valle del Tigris/Eufrates. Y para ello una religión como el judaísmo monoteista, salvacionista y excluyente jugó sin duda un papel clave en la conformación de la identidad nacional.
En la etapa descrita en el Evangelio y en los Hechos de los Apóstoles es difícil detectar la línea de separación entre el poder civil y el religioso. Una de las claves del nuevo movimiento innovador de Jesús de Nazaret es precisamente la situación de la jerarquía religiosa/civil ferreamente controlada por los fariseos y completamente alejada del pueblo.
En Hechos encontramos una anécdota que pone de manifiesto la entidad de la "coraza" levantada por este sistema para proteger el llamado "pueblo escogido". En aquellos momentos los preceptos religiosos impedían sentarse a comer con los no judíos, de manera que San Pablo sólo pudo sentarse a comer con un Centurión romano y su familia después de tener una visión divina que le dispensaba de tal norma.
Esta "fortaleza identitaria" basada en la ortodoxa consiguió que el movimiento renovador impulsado por Jesús de Nazaret fracasara en la propia Judea mientras que se difundía cada vez más rápidamente entre los gentiles. Se trataba de un sistema de Poder tan poderoso que logró levantar por dos veces a sus ciudadanos contra el proceso de romanización en dos rebeliones sucesivas que desde nuestra perspectiva histórica parecían suicidas. Y el resultado fue una diaspora que hoy sigue siendo un elemento esencial para explicar el problema de Medio Oriente.
Sin duda hacer comentarios desde estas líneas sobre la historia de Israel es una temeridad. Pero eso no impida que nos sorprenda como en este caso concreto las reflexiones nacionalistas/religiosas han hecho orillado análisis de otro tipo que los historiadores suelen tener muy en cuenta en otras ocasiones. Me estoy refiriendo en concreto a la base económica que sustentaba Judea antes de la llegada de Jesucristo, y que sin duda tiene mucha relación con su capacidad y su nivel de desarrollo.
Lo de que en la "tierra prometida" habían ríos de "leche y miel" fue, por decirlo así, una exageración. El Evangelio nos habla de un pueblo dependiente de la pesca y la agricultura, probablemente no demasiado productiva dada la aridez de la zona. Pero sin embargo en un momento determinado se nos dice que la potencia de la casta religiosa estaba relacionada con el "diezmar las especias", a la vez que nos indican como llegaban caravanas de oriente conducidas por "magos" (probablemente por señores del desierto).
Es muy posible que tras el ocaso de los fenicios, Judea y el conjunto de Israel se convirtiera en el punto clave de contacto entre las caravanas que llegaban de oriente con especias y otros productos que entonces tenían precios descomunales en Europa y el comercio del Mediterráneo. Un comercio que era cada vez más importante hasta el punto que Plinio el Viejo denunciara el "déficit comercial" que suponía para el Estado romano el gusto de sus mujeres por productos como la Seda. La idea de que la ruta de la seda fuera anterior al medievo es muy discutible, y por el contrario el comercio con Asia en la época romana se desarrollaba por itinerarios parecidos a los que utilizó Alejandro Magno a través de Mesopotamia. Y desde ese punto de vista, Israel se encontraba en un punto clave entre la etapa terrestre y la marítima. La gigantesca apuesta que supuso la construcción del Puerto de Cesárea Marítima, uno de los más ambiciosos de la antiguedad, probablemente tiene que ver con esto.
Un segundo dato absolutamente sorprendente que nos revela los Hechos. Antes de la diaspora, San Pablo predicó en una larga serie de ciudades del oriente mediterráneo (incluyendo Grecia) en los que existían sinagogas y una colonia judía relevante.
Probablemente los judíos ya se habían extendido por el mediterráneo oriental antes de la diáspora, y lo habían hecho para conformar una excelente red comercial muy bien trabada precisamente entorno a la unidad religiosa. Una red comercial que no solamente no desaparecería sino que se enriquecería con la propia diáspora y que pudo pervivir en toda Europa hasta la Edad Media en la que, como es sabido, judio y comerciante se empleaban a veces como términos sinónimos.
Por lo tanto cabe animar a los estudiosos amantes de las explicaciones "nacionalistas" o "religiosas" consideren que la pervivencia hasta medidos del pasado siglo de un pueblo "unido" a la ves que "disperso" en Europa esconda realmente lo que fue un excelente sistema financiero y comercial (al que occcidente le debe una parte de su desarrolló económico en las etapas más oscuras de su historia) al que los avatares de la época obligó a amalgamarse entorno a un "hecho nacional" y una religión específica.
Nuestra civilización nunca deberá olvidar el tremendo sufrimiento infligido judíos, desde su expulsión de los territorios controlados por la Corona de España hasta el holocausto reciente, pasando por los progroms sistemáticos en el este del continente. Pero detrás de ello en el fondo no debiéramos ver actitudes xenófobas, sino una acción diabólica del poder político sobre una red que propiciaba el progreso al margen de su control y ante su completa incapacidad para desarrollar sus propios pueblos.
Curiosamente no fueron estos los análisis que predominaron en su día y en los duros momentos posteriores al final de a segunda guerra mundial en el que los sentimientos se superpusieron a la razón, se buscó una solución en clave "nacionalista": los "pueblos" afortunadamente integrados por la civilización romana volvían a ser una realidad histórica y por lo tanto occidente creaba el estado de Israel a la vez que reconocía la independencia de sus "pueblos" vecinos (realmente de un sistema de poder sobre los ciudadanos de medio oriente amparado por otra religión monoteista, salvacionista y excluyente, pero en este caso completamente al margen de la civilización occidental).
A los cincuenta años de la llegada de los romanos, el ciudadano Pablo de Tarso difundía sus ideas libremente saltando de ciudad en ciudad. Y cuando los "viejos poderes locales" se oponían a ello era el estado romano (recordemos como se nos relata el recurso al propio Emperador para defender su libertad) garantizaba sus derechos personales.
Hoy en día el viaje de un nuevo Pablo desde la democracia Israelí hasta la Griega tendría que saltar fronteras infranqueables y sufrir la dictadura de nuevos los reyes y reyezuelos que como en la etapa bíblica siguen empleando la religión para limitar la vida de sus ciudadanos.
Podíamos haber escrito estas líneas un martes de agosto de 2019. Recordamos con el número del año el nacimiento de una nueva era que se estableció en la fecha del nacimieno de Jesucristo. Para los revolucionarios franceses de finales del XVIII esto era un error y decidieron crear una nueva era que no se basara en hechos religiosos sino laicos.
Pero quizá no tenían razón. Hace dos mil años, el nacimiento del Imperio Romano supuso un hito especialmente relevante en el progreso de nuestra civilización. Un derecho único, una (o dos) lenguas francas, la libertad de comercio y de movimientos y un largo periodo de paz permitió como en ninguna otra etapa el enriquecimiento y la difusión de muchos de los valores que aún ahora nos parecen esenciales.
Y por eso, con una cosa tan absolutamente tribial como es la fecha antes comentada, recordamos al primero de sus grandes emperadores, a un antiguo dios (curiosamente el de la guerra) y una de los elementos claves para comprender nuestra historia como fue el cristianismo.
Cabría de añadir algún epílogo sobre como fue avanzando la difusión del nuevo movimiento religioso hasta la época del Edicto de Milán. Se trata de una etapa especialmente oscura desde el punto de vista de los historiadores romanos que quizá nunca cayeron en su creciente importancia. Y en el que la versión "martirológica" establecida desde la Iglesia que saldría triunfante también debe de ser analizada con precaución.
Lo que es cierto es que del movimiento renovador (que no revolucionario) de Jesús de Nazaret surgiría una Religión que compartiría con las otras dos del Libro su carácter monoteista, salvacionista y excluyente. Del desprecio a los gentiles y a sus dioses alternativos que ya se advierte en San Pablo (recordemos que llamó "idolos" a los dioses griegos) se acabó pasando al cabo de los siglos a la persecución sistemática de la herejía y de la heterodoxia. Dentro de todo este recorrido no es de extrañar que se crearan serios conflictos a lo largo de los siglos II y III y que algunos de ellos acabaran con la represión brutal que al final el Estado Romano aplicaba a sus enemigos. Pero la entidad de dicha represión debe de analizarse a la vista de que a principios del siglo IV, en el época de Constantino la historia de occidente diera un vuelco inesperado a partir del cual el catolicismo nacido como un movimiento renovador en contra del Poder pasó a convertirse en su pilar esencial durante siglos y siglos.
Remontándonos a los orígenes de la civilización occidental, cabe recordar que los griegos no fueron un pueblo particularmente expansivo. Si bien fundaron un largo rosario de colonias a lo largo de todo el Mediterráneo y el mar Negro, raramente expandieron tales ciudades mediante mecanismos de dominación directa de sus entornos. Pero durante el Siglo IV a. de C. dos poderosos vecinos del norte iniciaron un ciclo de fuerte ciclo de expansión territorial que incluyó el control sucesivo de la propia Grecia: estamos hablando de Macedonia y de la naciente Roma.
En relación a este último tenemos muchos testimonios literarios propios de como se desarrolló el proceso de expansión, pero es muy raro encontrar la visión desde los vencidos, de aquellos pueblos que uno tras otros fueron incorporándose al gigantesco estado romano.
Por ello es particularmente interesante el testimonio del Nuevo Testamento que todos bien conocemos desarrolla una serie de acontecimientos que se desarrollan en Judea y en sus alrededores precisamente en el periodo que pierde su independencia para convertirse en una provincia romana.
Sin duda los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles son textos profundamente religiosos, pero más allá de una lectura religiosa (o laica) de su contenido doctrinal encontramos una serie de valiosos elementos de análisis sobre lo que supuso el salto antes descrito.
Si nos damos cuenta el nacimiento y los primeros años de la vida de Jesús de Nazaret se desarrollan en una etapa en la que Judea era lo que ahora llamaríamos un protectorado de Roma. La dinastía gobernante estaba sometida a tributo por Roma y por supuesto no tenía facultad alguna para desarrollar lo que ahora llamaríamos una "política exterior" ajena a los intereses de Roma. Pero por lo demás tenía plena independencia para ejercer su poder frente a su pueblo.
Y el Evangelio nos cuenta además que tal ejercicio se desarrollaba de una forma terriblemente arbitraria y cruel: así por ejemplo las dudas sobre una supersticción lleva al Rey Herodes a acabar con la vida de todos los niños de menos de dos años en una zona determinada de su reino. Y al cabo de unos años, por el mero capricho de una cortesana se acaba con la vida de Juan el Bautista sin otra acusación distinta de sus predicaciones poco ortodoxas.
Sin embargo esta situación cambia cuando, al poco tiempo, la zona pasa a ser una Provincia Romana, y por tanto a extenderse en ella las formas de gobierno y de aplicación de la ley propias del resto del Imperio. Si leemos atentamente los Evangelios veremos como en este nuevo escenario Jesús tuvo la posibilidad de difundir sus ideas, en algunos casos muy críticas respecto a la jerarquía religiosa, ante multitudes cada vez mayores, e incluso entre los "gentiles" y los propios militares romanos (recordemos la conversión del Centurión). Cierto es que cuando Jesús reaparece en Jerusalen la jerarquía judía exige su muerte, pero en la nueva situación ya no pueden aplicar esta pena sin la aquiescencia del gobernador romano Poncio Pilato. Y, según podemos advertir en los Evangelios esta toma la decisión final de aceptar lo que se le solicita tras intentar lo que huy llamaríamos una solución alternativa (el castigo corporal y la burla) y en todo caso ante la falta de defensa del propio Jesús.
Esta actitud de tolerancia la vemos confirmada en la primera etapa de expansión del cristianismo por el oriente del Imperio. Como nos relatan los Hechos de los Apóstoles Pablo de Tarso. pudo predicar la nueva fe sin muchas de las ciudades en la zona. E incluso le fue posible denigrar a la cultura griega y llamar a sus dioses "idolos" delante en la misma Acrópolis sin mayores consecuencias. De hecho, dada su condición de ciudadano romano, cuando la jerarquía religiosa judía le acuso tiene la posibilidad de recurrir al mismo emperador y para ello es enviado a Roma. Un procedimiento de preservación de sus derechos que incluso hoy en día nos parece extraordinario.
La civilización Romana aportó un amplio grado de libertad religiosa y, por citar sólo un ejemplo, sabemos que a Isis se le adoraba no solamente junto al Nilo sino el limes del Rin, junto a la muralla de Adriano en el norte de Inglaterra o aquí, en la ciudad de Valencia en la que se escriben estas líneas en las que aún podemos ver en una de sus calles una lápida que habla de sus adoradores "vernáculos".
Cierto es que el conocimiento que los ciudadanos tenemos de nuestra historia está lleno de tópicos. La idea de los cristianos devorados por los leones en el Coliseo quizá no sea irreal y en algunos momentos se produciría. Pero curiosamente no es lo que dice el Nuevo Testamento que no habla de ello para nada, y que por lo tanto desmiente escenas como los martirios masivos del año 64 tras el incendio de Roma que en teoría se habrían producido antes de su formalización y que por lo tanto en caso de que fueran reales hubieran sin duda en él referidos.
Pero además de este marco jurídico protector la difusión temprana del cristianismo se facilitó por cuatro novedades adicionales que incorporaba el Imperio a los territorios antes gobernados con una bateria de diversos reinos: la facilidad para cruzar las antiguas fronteras, una red cada vez mejor de comunicaciones, la pax romana que hacía mas seguros los desplazamientos y la existencia de una lengua franca, el griego, que facilitaba la comunicación entre los ciudadanos. Esta última una aportación no tanto de los propios romanos sino del otro "poder expansionista" del que ante hablábamos. La gesta de Alejandro Magno, además de ser una de las mayores epopeyas de nuestra historia permitió extender el helenismo por todo el Mediterráneo oriental creando una serie de vínculos culturales que acabarían de consolidarse con el imperio Romano.
Decíamos que este no trataba de ser un comentario religioso. De hecho no nos interesa a nuestros efectos como se generó y expandió el cristianismo, más allá de servirnos de ejemplo de como en unas determinadas circunstancias la difusión de las ideas y el progreso de los ciudadanos puede acelerarse sobremanera.
Todos los factores que ante señalábamos facilitaron la difusión del cristianismo. Pero también de la técnica, de la cultura y de las formas de interrelación social. Pablo de Tarso, San Pablo pudo en muy pocos años difundir su mensaje en una abanico de ciudades repartidos en los actuales estados de Israel, Palestina, Líbano, Sirria, Turquía, Chipre, Macedonia, Grecia, Malta e Italia. Pero de la misma forma circulaba la información respecto a las mejoras de la medicina, agricultura, del urbanismo, de la construcción, del arte, de las interrelaciones sociales o de la democracia. En los Hechos sabemos lo que Pablo de Tarso contó en Atenas, Éfeso o Tesalónica. Pero con toda seguridad recibió una cantidad de información descomunal a cambio. En algunos casos errónea o irrelevante. Pero en otros de gran utilidad para el progreso de otras zonas.
El estado Romano fue una muy mala noticia para las decenas y decenas de los "pueblos" que en él se iban integrando. Y por supuesto: fue una pésima noticia para los poderes que los sojuzgaban, a menudo más despóticos y crueles que los peores comportamientos que se atribuyen a los emperadores romanos.
Pero, en general, fue una muy buena noticia para las personas que integraban tales "pueblos". Y cierto es que partes de sus culturas y sus lenguas y de perdieron para siempre. Pero otras partes, las que podríamos decir que sobrevivieron al proceso de selección natural por ser mas útiles, se incorporaron al acervo de lo que huy llamamos cultura occidental. Como por ejemplo algunos de los principios que empezó defendiendo en la lejana Galilea Jesús de Nazaret.
Y sin embargo, en el propio texto, encontramos la excepción que confirma la regla que acabamos de citar: el pueblo judío pervive 2.000 años después como una de las pocas excepciones a la integración romana. No es este sin duda el sitio en donde podamos aportar algo nuevo sobre esta cuestión, pero si que es cierto que en el Nuevo Testamento encontramos alguna pista que pudiera ser de interés.
Como es bien sabido, es difícil establecer los límites entre la religión judaica y la tradición nacional del pueblo de Israel. Sin duda esta fuerte trabazón tubo que ver en el periodo prerromano con la necesidad de fortalecer una identidad propia frente a los imperios desarrollados en las orillas del Nilo y del valle del Tigris/Eufrates. Y para ello una religión como el judaísmo monoteista, salvacionista y excluyente jugó sin duda un papel clave en la conformación de la identidad nacional.
En la etapa descrita en el Evangelio y en los Hechos de los Apóstoles es difícil detectar la línea de separación entre el poder civil y el religioso. Una de las claves del nuevo movimiento innovador de Jesús de Nazaret es precisamente la situación de la jerarquía religiosa/civil ferreamente controlada por los fariseos y completamente alejada del pueblo.
En Hechos encontramos una anécdota que pone de manifiesto la entidad de la "coraza" levantada por este sistema para proteger el llamado "pueblo escogido". En aquellos momentos los preceptos religiosos impedían sentarse a comer con los no judíos, de manera que San Pablo sólo pudo sentarse a comer con un Centurión romano y su familia después de tener una visión divina que le dispensaba de tal norma.
Esta "fortaleza identitaria" basada en la ortodoxa consiguió que el movimiento renovador impulsado por Jesús de Nazaret fracasara en la propia Judea mientras que se difundía cada vez más rápidamente entre los gentiles. Se trataba de un sistema de Poder tan poderoso que logró levantar por dos veces a sus ciudadanos contra el proceso de romanización en dos rebeliones sucesivas que desde nuestra perspectiva histórica parecían suicidas. Y el resultado fue una diaspora que hoy sigue siendo un elemento esencial para explicar el problema de Medio Oriente.
Sin duda hacer comentarios desde estas líneas sobre la historia de Israel es una temeridad. Pero eso no impida que nos sorprenda como en este caso concreto las reflexiones nacionalistas/religiosas han hecho orillado análisis de otro tipo que los historiadores suelen tener muy en cuenta en otras ocasiones. Me estoy refiriendo en concreto a la base económica que sustentaba Judea antes de la llegada de Jesucristo, y que sin duda tiene mucha relación con su capacidad y su nivel de desarrollo.
Lo de que en la "tierra prometida" habían ríos de "leche y miel" fue, por decirlo así, una exageración. El Evangelio nos habla de un pueblo dependiente de la pesca y la agricultura, probablemente no demasiado productiva dada la aridez de la zona. Pero sin embargo en un momento determinado se nos dice que la potencia de la casta religiosa estaba relacionada con el "diezmar las especias", a la vez que nos indican como llegaban caravanas de oriente conducidas por "magos" (probablemente por señores del desierto).
Es muy posible que tras el ocaso de los fenicios, Judea y el conjunto de Israel se convirtiera en el punto clave de contacto entre las caravanas que llegaban de oriente con especias y otros productos que entonces tenían precios descomunales en Europa y el comercio del Mediterráneo. Un comercio que era cada vez más importante hasta el punto que Plinio el Viejo denunciara el "déficit comercial" que suponía para el Estado romano el gusto de sus mujeres por productos como la Seda. La idea de que la ruta de la seda fuera anterior al medievo es muy discutible, y por el contrario el comercio con Asia en la época romana se desarrollaba por itinerarios parecidos a los que utilizó Alejandro Magno a través de Mesopotamia. Y desde ese punto de vista, Israel se encontraba en un punto clave entre la etapa terrestre y la marítima. La gigantesca apuesta que supuso la construcción del Puerto de Cesárea Marítima, uno de los más ambiciosos de la antiguedad, probablemente tiene que ver con esto.
Un segundo dato absolutamente sorprendente que nos revela los Hechos. Antes de la diaspora, San Pablo predicó en una larga serie de ciudades del oriente mediterráneo (incluyendo Grecia) en los que existían sinagogas y una colonia judía relevante.
Probablemente los judíos ya se habían extendido por el mediterráneo oriental antes de la diáspora, y lo habían hecho para conformar una excelente red comercial muy bien trabada precisamente entorno a la unidad religiosa. Una red comercial que no solamente no desaparecería sino que se enriquecería con la propia diáspora y que pudo pervivir en toda Europa hasta la Edad Media en la que, como es sabido, judio y comerciante se empleaban a veces como términos sinónimos.
Por lo tanto cabe animar a los estudiosos amantes de las explicaciones "nacionalistas" o "religiosas" consideren que la pervivencia hasta medidos del pasado siglo de un pueblo "unido" a la ves que "disperso" en Europa esconda realmente lo que fue un excelente sistema financiero y comercial (al que occcidente le debe una parte de su desarrolló económico en las etapas más oscuras de su historia) al que los avatares de la época obligó a amalgamarse entorno a un "hecho nacional" y una religión específica.
Nuestra civilización nunca deberá olvidar el tremendo sufrimiento infligido judíos, desde su expulsión de los territorios controlados por la Corona de España hasta el holocausto reciente, pasando por los progroms sistemáticos en el este del continente. Pero detrás de ello en el fondo no debiéramos ver actitudes xenófobas, sino una acción diabólica del poder político sobre una red que propiciaba el progreso al margen de su control y ante su completa incapacidad para desarrollar sus propios pueblos.
Curiosamente no fueron estos los análisis que predominaron en su día y en los duros momentos posteriores al final de a segunda guerra mundial en el que los sentimientos se superpusieron a la razón, se buscó una solución en clave "nacionalista": los "pueblos" afortunadamente integrados por la civilización romana volvían a ser una realidad histórica y por lo tanto occidente creaba el estado de Israel a la vez que reconocía la independencia de sus "pueblos" vecinos (realmente de un sistema de poder sobre los ciudadanos de medio oriente amparado por otra religión monoteista, salvacionista y excluyente, pero en este caso completamente al margen de la civilización occidental).
A los cincuenta años de la llegada de los romanos, el ciudadano Pablo de Tarso difundía sus ideas libremente saltando de ciudad en ciudad. Y cuando los "viejos poderes locales" se oponían a ello era el estado romano (recordemos como se nos relata el recurso al propio Emperador para defender su libertad) garantizaba sus derechos personales.
Hoy en día el viaje de un nuevo Pablo desde la democracia Israelí hasta la Griega tendría que saltar fronteras infranqueables y sufrir la dictadura de nuevos los reyes y reyezuelos que como en la etapa bíblica siguen empleando la religión para limitar la vida de sus ciudadanos.
Podíamos haber escrito estas líneas un martes de agosto de 2019. Recordamos con el número del año el nacimiento de una nueva era que se estableció en la fecha del nacimieno de Jesucristo. Para los revolucionarios franceses de finales del XVIII esto era un error y decidieron crear una nueva era que no se basara en hechos religiosos sino laicos.
Pero quizá no tenían razón. Hace dos mil años, el nacimiento del Imperio Romano supuso un hito especialmente relevante en el progreso de nuestra civilización. Un derecho único, una (o dos) lenguas francas, la libertad de comercio y de movimientos y un largo periodo de paz permitió como en ninguna otra etapa el enriquecimiento y la difusión de muchos de los valores que aún ahora nos parecen esenciales.
Y por eso, con una cosa tan absolutamente tribial como es la fecha antes comentada, recordamos al primero de sus grandes emperadores, a un antiguo dios (curiosamente el de la guerra) y una de los elementos claves para comprender nuestra historia como fue el cristianismo.
Cabría de añadir algún epílogo sobre como fue avanzando la difusión del nuevo movimiento religioso hasta la época del Edicto de Milán. Se trata de una etapa especialmente oscura desde el punto de vista de los historiadores romanos que quizá nunca cayeron en su creciente importancia. Y en el que la versión "martirológica" establecida desde la Iglesia que saldría triunfante también debe de ser analizada con precaución.
Lo que es cierto es que del movimiento renovador (que no revolucionario) de Jesús de Nazaret surgiría una Religión que compartiría con las otras dos del Libro su carácter monoteista, salvacionista y excluyente. Del desprecio a los gentiles y a sus dioses alternativos que ya se advierte en San Pablo (recordemos que llamó "idolos" a los dioses griegos) se acabó pasando al cabo de los siglos a la persecución sistemática de la herejía y de la heterodoxia. Dentro de todo este recorrido no es de extrañar que se crearan serios conflictos a lo largo de los siglos II y III y que algunos de ellos acabaran con la represión brutal que al final el Estado Romano aplicaba a sus enemigos. Pero la entidad de dicha represión debe de analizarse a la vista de que a principios del siglo IV, en el época de Constantino la historia de occidente diera un vuelco inesperado a partir del cual el catolicismo nacido como un movimiento renovador en contra del Poder pasó a convertirse en su pilar esencial durante siglos y siglos.
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