Mi Tío Napoleón. (Iraj Pezeshkzad, 1970) Regreso a las tinieblas.
Desde hace muchas décadas oriente próximo ha venido siendo la zona más conflictiva del planeta. Desde la segunda guerra mundial la región no ha podido disfrutar de una situación estable y muy pocos de los países de la zona han escapado en uno u otro momento de la guerra abierta. Y en relación con ello, salvo en algún caso aislado, prevalecen los regímenes totalitarios y la mayoría de sus habitantes tiene pocas ocasiones de un progreso sólido al margen de las rentas del petróleo. Nos preguntamos cuales son las raíces últimas de esta situación y si somos capaces de encontrar alguna de las claves que podrían darnos esperanzas de que las cosas cambien en el futuro.
Irán es un caso especialmente interesante. Una de las naciones más antiguas del mundo lleva décadas gobernada por un régimen islamista autoritario que limita seriamente los derechos de sus ciudadanos y mantiene un papel muy activo en la expansión de su ideología en otros países. La firmeza y longevidad de este sistema de gobierno tiende a que pensemos que todo esto forma parte de la esencia del país, así que tendemos a considerarlo como un país atrasado e incluso, en muchas ocasiones lo englobamos dentro del conjunto del resto de países árabes de la zona.
La verdad es muy distinta. Lo que ahora estamos viendo es fruto de una de las evoluciones más terribles e inesperadas que nos ha deparado el pasado Siglo XX. Para analizarla recurrimos a "Mi tío Napoleón", la obra más conocida de uno de los más afamados autores iranís, Iraj Pezeshkzad. Escrita en 1970 nos habla de la vida de una familia en el Teherán de 1940 relatada por uno de sus miembros adolescentes. Tiene muchos elementos autobiográficos y en todo caso se basa en un conocimiento directo de lo que era la sociedad iraní en los tiempos de la segunda guerra mundial.
En este caso nuestro testimonio es en este caso un texto humorístico rayano en la astracanada. Tuvo un gran éxito en el país hasta el punto de convertirse en una serie de televisión de gran éxito alguno de cuyos capítulos aún los podemos encontrar en la red. Pero como veremos detrás de ello se esconde una visión ácida e irreverente de la sociedad tradicional iraní en donde la familia patriarcal, los clérigos, la policía y del relato que desde el poder se hacía de la historia del país. Y todo ello sin eludir el lenguaje irreverente y el sexo.
El que una obra de este tipo no sólo fuera censurada sino que se convirtiera en una serie de éxito de la televisión pública es en si revelador. Una parte de la sociedad iraní, lo que llamaríamos en términos occidentales la burguesía ilustrada, había venido luchando por modernizar el país y por que el viejo régimen absolutista diera paso sino al reconocimiento de un largo catálogo de derecho de los ciudadanos.
Este proceso comenzó con la revuelta del Tabaco a finales del XIX. El Sha entonces reinante vendió a una empresa inglesa el monopolio del Tabaco para saldar las gigantescas deudas del Estado provocando la ira de los pequeños comerciantes primero y luego de amplias capas de las clases urbanas del país. La protesta tuvo éxito y a partir de ahí, por primera vez en siglos, el Sha rectificó sus decisiones por la presión popular. El paso siguiente fue la Revolución Constitucional de 1906 . Igualmente exitosa permitió la creación de un Parlamento democrático y pese a que las fuerzas absolutistas restringieron luego parte de los derechos conseguidos supuso el inicio de un proceso que permitiría alcanzar el catálogo de derechos y libertades que vemos en nuestro testimonio.
Proceso en el que el Sha Reza jugó un papel primordial. En los tres lustros en los que gobernó el país logró que diera un salto hacia el progreso muy parecido al que se estaba dando en la vecina Turquía de la mano de Kemal Atatürk: se separó la religión musulmana del Estado, se creo una red nacional de educación, se mejoraron las infraestructuras, se fomentó el que los jóvenes iraníes se formaran en occidente y se avanzó en la creación de un sistema productivo adicional a la agricultura tradicional y el petróleo. Pero también como en el caso de Turquía todo esto se hizo desde un ejercicio ilustrado del poder que para nada incluía la democracia.
"Mi tío Napoleón" discurre junto en los años que el Sha Reza cede el gobierno a su hijo, Reza Palhevi, de manera que los detalles que encontramos en el relato nos permiten reconstruir la manera en la que había avanzado la sociedad Iraní tras esas cinco décadas de grandes cambios.
Así por ejemplo asistimos al ocaso de la familia patriarcal tradicional, una fórmula que ha venido repitiendo sus esquemas como parte del entramado del poder totalitario en países tan diferentes tanto de esta zona del mundo como en Europa e incluso en China. Varias generaciones conviven en una misma casa (o como es nuestro caso en un conjunto de casas en una gran parcela) bajo el mando del patriarca: el abuelo si pervive y si no el mayor de los hijos. Este mando se extiende tanto a las relaciones familiares como a lo que cada uno de sus miembros hace en si vida privada, ya sean adolescentes o personas maduras. Y por supuesto especialmente en el caso de las mujeres.
Sin duda el elemento más irreverente del relato del que hablamos es como en 1940 este deshacía día a día. El control familiar se sustituía por los intereses de cara uno sobre todo en la medida que los grandes elementos que cohesionaban la estructura y en especial la religión y la apariencia pública estaban cayendo en la medida que avanzaban las libertades y los derechos individuales. La causticidad con la que se describe el derrumbe de la vieja estructura incluye la entrada en la "familia" de una prostituta o el protagonismo de uno de los personajes principales que sólo estaba pensando en tener relaciones amorosas con otros miembros.
Pero en paralelo, en esta etapa crepuscular, aun se mantiene la ficción del poder del patriarca, de "mi tío Napoléon" (o "mi Quierido tío" en boca del relator de la historia), el personaje que da nombre a la obra. Un personaje personaje con el que se caricaturiza los últimos tiempos de la historia del país. Su abuelo había sido un personaje muy relevante del entorno del Sha a principio del Siglo XIX, en la etapa en la que Persia seguía siendo la potencia de referencia de esta área del planeta. Un papel que había venido desempeñado desde los tiempos de la Grecia clásica tal como refleja Herodoto que dedica buena del comienzo de su obra a contarnos la potencia, capacidad y riqueza de ese imperio.
El papel que el estado Persa había desempeñado en esta zona del planeta desde entonces es un antecedente que no deberíamos de olvidar a la hora de analizar su conflictividad actual. Recordemos que las conquistas de Alejandro Magno no se limitaron a la actual Irán, sino que llegó a los confines de la Bactria (Afganistán) y hasta el Indo (Paquistán), a esta esfera exterior del poder Persa. Y que la llegada del islam al interior de Asia, hasta los confines de China también se planteo a través de Persia. Pero desde los siglos XVII y XVIII el control y la estabilización de toda esta zona paso a manos de dos grandes potencias europeas: del expansionismo ruso y del colonialismo británico en la India.
Por lo tanto lo que hay detrás de el aparentemente inocente relato del que hablamos es la pugna por el control de toda este área y la incapacidad de la antigua Persia para mantener el rol que había venido desarrollando durante siglos y siglos ante la pujanza de dos potencias europeas. Un hundimiento que no tiene tanto que ver con la falta de capacidad de las élites persas sino con que el hecho de que el desarollo productivo de occidente durante el XIX había dotado a los dos imperios de los que hablamos de una capacidad económica y militar muy superior a la de los persas. Y de hecho el gran problema de la Persia del siglo XIX y de principios del XX fue la necesidad de financiar su estado mediante créditos externos a falta de una capacidad productiva o comercial autóctona que acaba con la venta de monopolios internos: el del tabaco del que ya hemos hablado y, poco después, el del petróleo. Pero todo ello fue insuficiente así que los dos imperios siguieron ejerciendo su presión sobre Persia y, cuando se retiran en la segunda mitad del siglo pasado (en la década de los 40 en el caso Inglés y a finales de los 80 en el caso ruso) se crea un gigantesco vacío de poder y una zona de inestabilidad. Los graves problemas que persisten en este siglo en Irán, Afganistán, Pakistán o Irak y a los que no les encontramos vías de solución tienen mucho que ver con este proceso.
La vida de "mi querido Tío"" y de sus ancestros tiene mucho que ver con estos sucesos. A principios del XIX, en la etapa de su abuelo, Persia aún es capaz de hacer frente al expansionismo zarista. Pero poco a poco el estado (y la familia protagonista del relato) van perdiendo su poder. A principios del XX, cuando "mi querido Tío" era joven, el descendiente de la corte del Sha no tiene otra posibilidad que enrolarse como cabo en la "Brigada Cosaca", una fuerza militar bajo mandos rusos que era el soporte del decadente estado persa asumiendo un papel que recuerda el de las tropas godas en las últimas etapas del Imperio Romano.
Pero "mi querido Tío" (la sociedad iraní) no se resigna a la degradación. Así que cuando se retira de la vida militar trasforma su papel insignificante en el ejército en una serie de hazañas inventadas nacidas de su admiración por Napoleón. Pero no se trata de una mentira, sino de una paranoia, de la incapacidad de asumir la decadencia de su familia (la incapacidad de que Persia siga siendo una potencia relevante).
Una paranoia que incluye contar constantemente a todos los que quisieran oirle que había tenido un papel relevante en el movimiento constitucionalista de1906 cuando en realidad había estado en el lado contrario, en la Brigada Cosaca que lo reprimió y que cerró el parlamento. Con ello el autor nos trasmite un dato mucho muy relevante: la sociedad iraní de los años 40 (y la de los años 70, cuando se escribió el libro) consideraba el movimiento constitucionalista con orgullo, como un paso adelante en una evolución semejante a la que había sucedido en Francia un siglo antes en las que la brillante historia del estado francés no se había quebrado, sino enriquecido con el paso adelante del reconocimiento de los derechos de los ciudadanos. Por eso "mi querido Tío" decía que había sido un nuevo "Napoleón" un garante desde el autoritarismo de los nuevos derechos.
Y junto con este relato de viejas heroicidades la paranoía de "Mi querido Tío" incluía la causa a la que achacar todos los males de Irán: los ingleses. Así que michas de las batallas que contaba eran contra las tropas británicas y en la etapa del relato, cuando ya llevaba mucho tiempo alejado del ejército, estaba convencido de que por ello querían acabar con él.
Es interesante reflexionar por la paranoia de la anglofobia fue escogida por el autor para hilvanar muchas de las escenas cómicas del relato ya que en el fondo refleja uno de los grandes debates de la sociedad iraní desde finales del siglo XIX, desde la cuestión del monopolio de la venta del monopolio de Tabacos que antes comentábamos y sobre todo desde que justo en la etapa de la revolución constitucional se vendiera algo que iba a tener una importancia mucho mayor: la explotación del petróleo iraní.
Como quiera que se había ido al traste la primera de esas ventas el estado iraní tuvo que recurrir a conceder indefinidamente a cambio de una elevada suma la posibilidad de prospección y extracción en una buena parte del territorio del país a una compañía británica, compañía que fue el germen de la actual BP. En el momento que se produjo esa concesión el petróleo era aún una materia prima más con un uso bastante limitado. Pero muy pronto, al final de la primera década del siglo pasado, se comprendió que iba a ser la base de la capacidad militar de los ejércitos y en especial de las armadas. La sustitución del carbón por el petróleo multiplicaba la operatividad de los buques de manera que el imperio británico considero inmediatamente que el abastecimiento del nuevo combustible era un elemento esencial de su estrategia de cara a la guerra mundial que se avecinaba. Y especialmente el iraní ya que en el resto de su imperio no disponía fuentes alternativas de suministro.
El imperio otomano, entonces aliado de Alemania, se extendía hasta Basora, muy cerca de los campos de petróleo iranís. De manera que los británicos decidieron llegar a un acuerdo con el entonces aliado imperio ruso para dividir Irán en dos zonas de influencia. Como cabía de esperar esto suscitó un inmediato rechazo tanto del poder tradicional entorno al Sha como de las fuerzas constitucionalistas iranís que vieron en ello la forma perfecta de atraer a las masas del país detrás de sus respectivas banderas.
Un proceso muy similar al de la vecina Turquía que ponía en marcha una figura que iba a tener una gran influencia en la evolución del planeta en las décadas siguientes: una nueva versión del nacionalismo del XIX ahora centrada en los países más pobres y en la lucha de sus poderes locales contra el denominado imperialismo occidental. Así que lo que comenzó sucediendo en Irán y en Turquía luego se extendería a la India, a Indonesia, a los países árabes y al conjunto de África. Y en su versión de "imperialismo norteamericano" a una buena cantidad de movimientos políticos de américa latina.
La muletilla "el imperialismo es el culpable" se convirtió (y sigue siendo) en una zona de confort de muchos intelectuales y políticos. E incluso en el XXI lo que explica la pobreza y la miseria de muchos de los habitantes del planeta y los movimientos migratorios ya que al fin y al cabo todo es culpa de la forma en la que se colonizó lo que ahora llamamos el tercer mundo.
La obra de humor de la que hablamos ridiculiza la anglofobia. Y lo hace por que muchos iranís fueron entendiendo que lo que estaba pasando en el país, que la pervivencia de los viejos poderes y la imposibilidad de incrementar la prosperidad y libertad de sus gentes tenía causas más profundas que la intervención inglesa. Y que el echar la culpa siempre a los de afuera sólo es una escusa para evitar reflexionar sobre como se ejerce el poder en el propio país. A raíz de la obra de la que hablamos el "tionapoleonismo" es el término que se usa en Irán para indicar que el culpable es otro. Estamos invitados pues a abandonar la zona de confort y analizar con una mayor profundidad las causas últimas de porque una buena parte del planeta sigue sin poder encontrar la senda de progreso y libertad de la que se disfrutan en otras partes de él.
Quizá se hubiera podido suponer que los estados constitucionales que sucedieron al antiguo régimen iban a abandonar el permanente deseo de expandir su poder y su capacidad de intervención en otros países. Pero eso no iba a ser así como ya nos habían advertido los pensadores ilustrados (y en este caso debemos de mencionar otra vez a Adam Smith): el poder siempre actúa en su propio beneficio, ya sea democrático o no. Y además también el mismo autor nos advirtió de que el poder siempre es presionado por los oligopolios y que con frecuencia, si los ciudadanos no estamos atentos a ello, obedece a sus intereses. El poder inglés actuó en Persia defendiendo sus intereses estratégicos. Pero también bajo la fuerte presión de los intereses oligopólicos del sector del petróleo, tal como había sucedido en Estados Unidos y luego ha venido sucediendo hasta nuestros días.
Nadie pues debe de pensar en que los poderes de los países constitucionales van a actuar como misioneros benefactores en terceros países menos potentes y desarrollados. Pero no es esa la cuestión esencial. Lo que debemos de plantearnos si esa intervención va a suponer una mejora en los derechos y en la prosperidad de tales países. Por que en general, en dichos países el nivel de derechos reales de los ciudadanos está muy lejos de alcanzar un nivel aceptable y con mucha frecuencia están gobernados por regímenes totalitarios y en ocasiones sumamente crueles que han olvidad de manera sistemática como favorecer el desarrollo de sus ciudadanos limitándose por el contrario a canalizar hacia los que ejercen poder una buena parte de los recursos del país.
Ciertas líneas de pensamiento buenista han venido suponiendo que en los países colonizados o intervenidos por occidente lo que antes existía es una democracia perfecta y bondadosa. Y que cuando la colonización o intervención cesa esta renace de forma natural. Pero desgraciadamente existen pocos casos que avalen esta teoría.
En Irán la presencia inglesa vino de la mano del régimen absolutista que gobernaba el país. Y fue este régimen el que trató de vender el monopolio del tabaco sin conseguirlo y, poco después la inmensa riqueza del petróleo. Y lo hizo para tener recursos con los que seguir manteniendo el control de sus ciudadanos. Y la presencia inglesa se produce por intereses militares más generales pero también para garantizar los beneficios del oligopolio del petróleo. Ningún poder se aparta (ni se apartará) del principio de velar sobre todo por su beneficio. La diferencia es que el poder local tenía como objetivo seguir anulando los derechos de sus ciudadanos y el poder británico, sin duda imperfecto, sabía que debía de someterse a ciertos límites que incluían los derechos básicos de los ciudadanos. Y que, por lo tanto no era nada probable que treinta años después fueran buscando de casa en casa soldados de un ejército enemigo para liquidarlos. El relato de Pezeshkzad nos hace reír de la paranoia del "querido Tío". Pero también nos indica que el problema de los iranís no eran los ingleses sino el comportamiento del poder, externo o interno, en relación con su libertad y con su capacidad de progreso.
Quizá nos faltan mas datos para comprender lo que ha supuesto para muchos pueblos el que durante algún tiempo el gobierno haya sido ejercido de manera directa o indirecta por gente "venida de fuera". La historiografía nacionalista ha condenado sistemáticamente esto sin más análisis: lo de "fuera" siempre es malo y lo de "dentro" siempre bueno, aunque desde fuera vengan las ideas innovadoras y revolucionarias. Y lo ha hecho desde la visión del nacionalismo europeo (recordemos la lectura que se sigue haciendo aún hoy en día de la Guerra de la Independencia española), del micronacionaismo de algunas pequeñas regiones o desde la catarata que siguió en los países menos desarrollados a lo que sucedió en Turquía y en Irán a principios del siglo pasado, desde la India a Africa pasando por latinoamérica.
En el caso de Irán el ciclo de intervención en la sombra de Inglaterra conllevo un importante avance en el progreso material y social del país, en el desarrollo de los derechos de los ciudadanos, en el incremento de sus capacidades productivas propias y en la formación tanto de las bases como de las élite en otros países o mediante el contacto directo con profesionales extranjeros. Aspecto este último que suele ser esencial para el desarrollo. En el relato de "Mi Tio Napoleón" las posiciones que se nos presentan como más sensatas y abiertas corresponden a personajes de estas nuevas élites que van reemplazando en las universidades, en la función pública y en las empresas al viejo estamento que desarrollaba tales funciones en la etapa del poder absoluto del Sha.
Pero por descontado no debemos de deducir de ello de que tal intervención estuviera guiada por algo distinto que los propios beneficios de occidente. Por ejemplo gracias a esta política se frenó el expansionismo ruso/soviético hacia el índico. Y por descontado durante décadas y décadas Europa fue regada con el petróleo barato de la zona. Un regalo envenenado, una verdadera venganza de Moktezuma, que inundó sus ciudades de vehículos privado con un precio increiblemente alto de congestión y de contaminación. Pero cuando esta intervención cesó, cuando los países de la zona dispusieron de los beneficios de petróleo curiosamente tales rentas no llegaron a buena parte de sus ciudadanos sino que sirvieron fundamentalmente para reforzar a sus poderes tradicionales. Desde los tiempos de las primeras colonias griegas en Italia y en el Mediterráneo occidental los resultados de este tipo de relaciones han sido de una gran complejidad pero muchas veces han beneficiado a ambas partes.
En la época en el que tales relaciones atravesaban un periodo de gran intensidad, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, "Mi Tío Napoleón" nos describe una sociedad abierta e ilusionada parecida a la que sucedió a la etapa de la transición en España, que goza de su nueva libertad casi de una forma infantil. Que se parte de risa y disfruta leyendo un libro (o viendo una serie) en el que bajo la apariencia de una probidad de costumbre algunos de sus personajes sólo están pensando en el sexo, con policías inútiles y clérigos que utilizan el púlpito para tontas corruptelas. O de como las que nos parecen terribles ceremonias de penitencia no se organizan por el temor a dios sino por fastidiar simplemente al vecino. O con familias que a la vez que simulan respetar a su patriarca se ríen constantemente de él.
Sobre todo ello caería inmisericorde tres décadas después la Revolución Islámica, lanzando un velo de tinieblas sobre una sociedad cada vez más libre y abierta (y con élites tremendamente formadas) que avanzaba a pasos agigantados hacia la democracia. Esto es, que cumplía el proceso tantas veces visto en el que los dictadores presuntamente bienintencinados que tratan de mejorar la vida y los derechos de los ciudadanos son rechazados radicalmente por estos que quieren alcanzar el siguiente nivel de libertades.
La llamada Revolución Islámica no fue tal fue sino una contrarevolución parecida a las que vivimos en España y en Europa mediante las cuales los viejos poderes absolutistas renacieron desde rescoldos que parecían inofensivos. El conjunto de corrientes que desde las más diversas posiciones luchaban por la caída del Sha acabo siendo liderado por Jomeini y por el clero intregrista mediante la reactivación de todos los mecanismos de maniplulación de masas mediante la religión que parecían haberse diluido entre las capas sociales de las que habla "Mi Tío Napoleón". Pero que sin embargo seguían activos entre las clases menos formadas y en el inmenso y complejo mundo rural que pervivía más allá de las Teherán y y del resto de ciudades persas.
Los mismos clérigos manipuladores y esperpénticos de los que se reían abiertamente los iranís que leyeron Mi Tío Napoleón o que vieron la serie de televisión son los que tomaron el poder suprimiendo rápidamente todas las libertades individuales. Y por descontado lo hicieron con la aquiescencia de una buena parte de la opinión pública occidental que entonces atravesaba una etapa de autoreflexión a raiz de todo lo sucedido en Vietnam y que pensaba, ilusamente, que los poderes nacionalistas autóctonos evolucionarían hacia sistemas constitucionales.
Pero más allá de disfrazarse de monjes de la época de la cruzadas estaba una estrategia perfectamente hurdida que pasaba por reactivar y potenciar el nacionalismo y la anglofobia, convertida ahora en "antiamericanismo". El secuestro del personal de la embajada de Estados Unidos una perfecta cortina tras la cual Jomeini y los suyos fueron haciendo desaparecer al resto de fuerzas que le habían acompañado en la derrota del régimen anterior. Un método de movilizar las masas contra el enemigo exterior en el que además se dejaba muy claro que el derecho internacional nada tenía que hacer frente al uso de los métodos coránicos de lucha contra los infieles.
A finales del Siglo XX la historia daba un salto atrás de 500 años. El Irán de 2020 tiene el aroma de la Corona de España en la etapa de la contrareforma. El poder absoluto y despiadado escondido detrás de la religión. La Inquisición, los guardianes de la revolución, ejerciendo su control hasta de los derechos más íntimos de los ciudadanos. Y por descontando cebándose en los más débiles y en especial en las mujeres mientras que las nuevas élites. Y todo ello regado por una corriente infinita de recursos (petróleo/oro-plata) que empobrece la estructura productiva del país a la vez que financia sus políticas expansivas. Políticas que se justifican en imponer la verdadera religión con el precio que sea, incluyendo las mayores crueldades posibles como el genocidio de los pueblos americanos, el terror en Flandes, las armas químicas en la guerra contra el país vecino o el terrorismo. La Biblia y el Corán permiten las lecturas que el poder necesita en cada momento.
Lo que ha pasado en Irán en el último medio siglo nos hace reflexionar sobre la reversibilidad del progreso. Sobre la constante amenaza que se cierne sobre las sociedades libres. Los derechos que se han venido consiguiendo desde que las revoluciones de finales del XVIII se enfrentaron a los poderes absolutos se han ido consolidando en occidente y difundiendo en otros lugares del planeta. Pero a veces la historia no es una línea ascendente sino zigzageante y algunos pasos adelante como los que dieron los iranís en la etapa de las que nos habla Mi Tío Napoléon pueden ser seguidos de serios retrocesos.
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