Las Bostonianas (Henry James, 1885). Los logros del reformismo.
A finales del XVII la Constitución de los Estados Unidos había asegurado a todos los ciudadanos de ese país sus libertades básicas y un régimen de gobierno democrático que aún perdura.
Esto suponía abrir un nuevo marco de relaciones completamente novedosas entre los ciudadanos el Poder. Hasta ese momento las reivindicaciones de los ciudadanos se enfrentaban sistemáticamente a la represión, y en muchos casos al encarcelamiento arbitrario, la tortura o la muerte. Las protestas pacíficas raramente lograban sus objetivos mientras que las revueltas violentas se saldaban a veces con cambios radicales, pero casi siempre con represiones masivas.
Pero todo esto ahora había cambiado. Los ciudadanos podían luchar libremente por cambiar las cosas tanto mediante la elección de sus gobernantes como del ejercicio de sus derechos de expresión, reunión y de prensa.
Al amparo de estas nuevas libertades en Estados Unidos se desarrollaron durante el siglo XIX una serie de movimientos reformistas en una serie de temas tales como la esclavitud, los derechos laborales, la higiene pública, la defensa de los espacios naturales o los derechos de la mujer.
Las Bostonianas nos ofrece un testimonio especialmente interesante de una de estos movimientos reformistas: la lucha sufragista en Nueva Inglaterra, en la etapa inmediatamente posterior al final de la guerra de la Guerra de Secesión. Sin duda es una de las obras de ficción más interesantes de la literatura norteamericana, pero es indudable que para definir sus potentes personajes Henry James tomó nota de las grandes figuras del potente movimiento que impulsaron las mujeres de Boston en aquella época y que fue clave para que en las décadas siguientes la igualdad de representación política se fuera extendiendo tanto en Estados Unidos como en Europa. Un movimiento de cuya entidad nos habla el hecho de que las diversas asociaciones contaran con más de 50.000 inscritas en una ciudad que entonces sobrepasaba en poco los 300.000 habitantes.
Es necesario advertir que Henry James para pretendió hacer una homenaje a estas mujeres, y que incluso para algunos se deduce del relato una posición crítica respecto a la forma en la que iba creciendo el movimiento sufragista. Pero esto en el fondo es una gran ventaja para los que 135 años después podemos disfrutar de una disección enormemente lúcida, rica y compleja de este tipo de movimientos.
Y en ese sentido lo que primero nos llama la atención es la forma en la que los reformistas tratan de difundir sus nuevas ideas entre la sociedad. Primero los medios audiovisuales y luego la sociedad digital nos han llevado a sistema de difusión telegráfica en la que cualquier propuesta se sintetiza en un eslogan que en muy poco tiempo se difunde de parte a parte del planeta. Pero de una forma en la que la inmensa mayoría de los defensores los nuevos eslóganes ni disponen de información suficiente (y por lo tanto de un análisis propio) de lo que la nueva colección de frases felices tratan de sintetizar. Antes de estas innovaciones tecnológicas la expansión de las ideas innovadores se hacía por los viejos procesos de difusión del conocimiento: la oratoria directa en auditorios más o menos numerosos (desde los pequeños salones burgueses hasta auditorios repletos de gente), ante un conjunto de ciudadanos que debatían entre ellos y se posicionaban sobre exposiciones complejas y llenas de matices.
Fruto de este proceso de difusión es la multiplicación de las corrientes entorno a una idea determinada. Y así por ejemplo, de una forma admirablemente discreta Henry James nos habla de como el feminismo era entendido por algunas de sus lideres de una manera radical que debía de alcanzar hasta sus costumbres sociales (la virginidad y el celibato) mientras que para otras era una parte más de conseguir que "..todo el mundo viva mejor". Se va creando así un movimiento sufragista muy complejo en una atmosfera de debate constante muy alejado de la dialéctica entre "verdades únicas" y "herejías despreciables" que ahora no es tan familiar.
Se desarrolla además como un movimiento independiente al margen de partidos políticos y de las diversas Iglesias. Respecto a lo primero es muy posible que ya desde sus inicios el sistema de partidos norteamericano funcionara más como un mero mecanismo de alternancia de poder que como el aglutinador o impulsor de inquietudes sociales. Así vos demos en Letra Escarlata (en su parte autobiográfica) y, unas décadas mas tarde, en Las Bostonianas, en donde estos ni siquiera se mencionan.
En todo caso, observamos como los movimientos que impulsaban ideas renovadoras se enfrentase ya en aquellos momentos a cuestiones que ahora siguen siendo protagónicos: las relaciones con la prensa y su desvirtuación al caer en el enriquecimiento personal. Así asistimos en el relato como de manera directa un periodista trata de chantajear a una de las lideres advirtiéndola de que si no obtiene su favor personal se dedicará a hundir el movimiento. Y como desde el entorno del movimiento surgen inmediatamente propuestas para hacer interesantes negocios que sirvan a la vez difundir mejor las ideas y, simultaneamente, para enriquecer a otra de las lideres y, por descontado, al que plantea la cuestión. ¿Nos suena esto de algo?.
En reformismo del que habla Las Bostonianas es esencialmente burgués. Alguna de sus lideres trata de involucrar a las mujeres trabajadoras pero enseguida se da cuenta que esto es imposible ya que entre las clases bajas el control familiar de los hombres era absoluto. Sin embargo, entre las mujeres burguesas de Nueva Inglaterra se había producido un salto histórico, y sus aspiraciones, sus ideales y sus conversaciones ya tienen muy poco que ver con las de las mujeres de dos generaciones antes, al principio del siglo XIX. Y en este salto la libertad inherente al hecho urbano, la formación y la difusión de la cultura estaba jugando. Al lo mejor no es una casualidad que Henry James ubique a una de las dos protagonistas principales del relato en Cambridge, y le haga desenvolverse con soltura en el campus de Harvard pese a que pertenecía a uno de los estratos mas bajos de la burguesía de Massachussets. Curiosamente ahora Boston sigue siendo descrita como la ciudad del conocimiento, como un modelo de progreso basado en el conocimiento que gravita entorno al nivel de excelencia de sus universidades. Por lo tanto ahora ahora no nos extrañarían para nada las páginas de una de las historias románticas del libro que se desarrollan entre los limites de Harvard. Pero eso en 1885 suponía un salto adelante increíble frente a siglos y siglos en los que la racionalidad había sido marginada y en todo caso, el acceso al conocimiento había sido vedado a la inmensa mayoría de la población y, en particular, a las mujeres.
Y junto a ello otro salto adelante histórico: la represión no aparece por ninguna parte. El único policia que vemos está dedicado a guardar el orden público, proteger a las que van a hablar y departe amigablemente con unos y con otros para encontrar la mejor solución a los problemas que se van planteando. Nuevamente no nos sorprende para nada a los lectores de 2020, pero en la propia Boston unas generaciones antes los mismos policías estaban obligando a las mujeres adulteras a que se pasearan con una letra escarlata. Y antes, cerca de allí, en Salem, llevando a la hoguera como brujas a las mujeres que por alguna razón se apartaban de la ortodoxia religiosa o social.
El relato de Henry James es igualmente interesante a la hora de abordar la cuestión del liderazgo en los movimientos reformistas. Sin duda algunos de los tópicos que mas hemos visto extenderse en las últimas décadas son los que nos hablan del "pueblo único" y de sus "lideres abnegados" que muchas veces se describen reutilizando todo el arsenal de alabanzas que la literatura religiosa aplicaba a sus Santos.
Como veíamos antes en Las Bostonianas no vemos detrás del movimiento sufragista a un "pueblo unido" sino a un sin número de personas distintas de diversa condición y de ideales muy variados que coinciden en una cuestión básica pero que discrepan tanto en sus matices como en sus objetivos. Y tampoco vemos encabezando el movimiento a personas perfectas, a lideres inmaculados que tan a menudo han sido descritos como cuasi-santos.
Los dos personajes principales (Olive Chancellor y Verena Tarrant) tienen sin duda un puesto reservado en la historia de la literatura del XIX. A través de ellas, Henry James nos traslada la complejidad que conlleva defender con toda firmeza sus ideales de progreso desde personalidades completamente diferentes. Y por lo tanto a través de ellas comprendemos que podemos ver que como una misma pasión política puede llevar a estrategias y resultados muy diferentes. Algunos estudiosos de la obra de James han visto en ambos personajes meras caricaturas destinadas a desacreditar el movimiento sufragista desde una perspectiva conservadora. Es muy posible que eso no sea así, y que en realidad la elegante ironía que preside toda la obra nos esté hablando en este caso de el error que con tanta frecuencia seguimos cometiendo al unir indisolublemente la excelencia de los ideales defendidos con la cuasi-santidad de las personas que los defienden.
El cesarismo y el elogio general e indiscriminado del lider ha sido siempre propiciado por los mecanismos del Poder y es lo que había presidido la historia contada durante siglos y siglos. E incluso ahora nos es muy frecuente. Pero quizá para nada responda a la realidad y los lideres realmente sean personas sujetas a sus pasiones personales y al error intelectual. Como el resto de los humanos. Y así son Olive y Verena, moviéndose entre el idealismo quijotesco que hace olvidar la realidad cotidiana y el materialismo pragmático "sanchopanzesco".
No deberíamos adelantar nada que perjudique al futuro de la obra. Pero sólo diremos que Verena toma al final un importante decisión a la vista de la brutal realidad en la que en el fondo se desarrolla la acción de las sufragistas bostonianas de la época: un pais que acaba de vivir una de las guerras más terribles que entonces se recordaban, un conflicto cuyas heridas aún estaban completamente abiertas y detrás del cual estaba las os ideales reformistas respecto a la cuestión de la esclavitud. Un mismo horror desde el que Henry James escribe su obra, recordemos que en 1885.
Y sin embargo, en el mismo escenario, cuando los rescoldos de la guerra aún están calientes, Olive adopta una actitud radical arrastrando a todas las demás mujeres hacia el progreso a costa de todo. Una nueva Lisístrata en la que mediante la palabra y el convencimiento tratan de convencer a todos que es necesario cambiar las cosas.
Es cierto que Las Bostonianas para nada es una comedia. Pero es difícil pensar que Henry James no tomara como referencia para el personaje de Olive la obra de Aristófanes. En uno de los pasajes más inetersantes de la novela una de sus seguidoras más fervorosas se "escapa" a causa de una pasión amorosa y a su vuelta la reprende y la reconduce a que mantenga la "distancia" respecto a los hombres. Puede ser una anécdota, pero no deja de ser una relectura de la obra griega para poner nuevamente encima de la mesa la confrontación entre ideales y pasiones humanas. Sin bien, hay que decirlo, con un lenguaje que "confía en la imaginación del lector" muy diferente al "más explícito" que el que le permitía la sociedad griega emplear a sus autores.
Cierto es que en el caso de Aristófanes como una comedia "casi bufa". Pero no olvidemos que fue escrita también a lo que se creía la salida de una guerra civil (que luego por cierto proseguiría) tan brutal como la guerra de Secesión.
Hablamos de dos obras las separadas por casi 2.400 años escritas con lenguajes bien distintos. Pero que en el fondo abordan la misma cuestión: el progreso, su impulso mediante la palabra, y el necesario liderazgo que imprescindiblemente debe de estar detrás de ello aunque sea ejercido por personalidades que como hoy diríamos "no obedecen a la normalidad". Además ambas se desarrollan en la "capital del conocimiento" como era (y sigue siendo) el Boston de finales del XIX y la Atenas del siglo V a de C., algo que no es casual para los que piensan que el progreso solo avanza realmente en las sociedades en los que también lo hacen en el desarrollo y la difusión del conocimiento. Verena y su acompañante disfrutan una tarde del ambiente de la Academia en Harvard, una institución que se implanta por primera vez en Atenas poco después de que se escribiera Lisistrata.
Además en ambos casos un grupo de mujeres plantea libremente una reivindicación frente a reivindicación contra la "autoridad" familiar y política y la debaten abiertamente con los representantes del poder sobre el asunto. Un debate que en ambos casos se extiende a los que habían estado divididos poco antes por una feroz guerra pero que en el fondo compartían una cultura común.
La comparación entre Lisístrata y Las Bostonianas puede parecer a los lectores de 2020 baladí. Pero lo cierto es que entre ambas obras se sucedieron siglos y de Poderes absoluto basados en un complejo entramado al rededor de verdades únicas frente al cual la discrepancia, la herejía era condenada al terror en la tierra y mucho más allá en los infiernos. Y muy especialmente en el caso de las mujeres, sobre las que a todo este sistema de Poder se sobreponía el de sus padres y maridos. Una era de oscuridad que como decíamos antes había llegado en el propio escenario en el que las Bostonianas luchaban libremente por sus derechos a la muerte en la hoguera o a la expulsión de la sociedad de las mujeres adulteras.
Hablemos un poco también de los personajes masculinos. También en este caso la obra de Henry James tiene mucho más riqueza de lo que los tópicos habituales pretenden. Como en Lisístrata, no vemos en los hombres ejercer el "poder familiar" para oponerse a las nuevas ideas sino que se refugian en la inacción del poder político. Y a partir de ahí, entre las posiciones que adopta cada personaje deberíamos fijarnos especialmente en la de Basil Ransome. Un "caballero" sureño que viene de participado en la Guerra Civil, muy alejado de la atmosfera burguesa de Boston y de sus niveles de formación y cultura. Y pese a todo ello adopta una posición que conjuga la discrepancia activa con la comprensión de la posición de Verena. Y a partir de ahí, mediante el dialogo, se desarrolla una larga etapa de "convencimiento del contrario" cuyo resultado conocerá podrá conocer el lector de la obra. (Es imposible olvidarse de los actores que interpretan las películas correspondientes y en este sentido cabe reconocer que Ransome es un personaje literario completamente distinto del que Cristopher Reve trata de interpretar en la que filmó en su día James Ivory)
En todo caso, la diversidad de actitudes que vemos en la novela de Henry James frente al movimiento sufragista es mucho más amplia que el reduccionismo a la confrontación entre el "machismo" y el "feminismo". En ella vemos más y más bien hombres y mujeres que piensan y actúan de una forma diferente, fundamentalmente en relación a su cultura, a su formación y a su información y no en relación con la genética intima de cada uno. De hecho la actitud de Ramsone en relación con Verena es mucho más respetuosa con su libertad que adoptada por Olive, que como el lector advertirá, podría ser su pareja sentimental (ni el autor nos lo dice, ni quizá el mismo lo sabía, con lo que traslada constantemente esa duda al lector indicándonos trasladóndonos magistralmente el interés del relato en su lucha común y no en el tipo de sus relaciones).
La revoluciones norteamericana y francesa de finales del XVII constituyen sin duda uno de los hitos más importantes de nuestra historia y a lo largo del siglo XIX trajeron una nueva etapa de ilusión por el progreso más allá de los principios democráticos básicos que aportaron. La cuestión del reformismo es recurrente en mucho de los grandes autores de la época. Sin duda se fueron consiguiendo importantes logros a la vez que la salubridad y la tecnología se desarrollaban de manera vertiginosa. Pero nadie fue capaz de prever que el siglo XX iba a traer un larga etapa de guerras brutales que sólo al final del siglo parecían haber concluido, un etapa de brutales conflictos que sin duda alteró radicalmente el vector de progreso que antes señalábamos.
Así que podemos preguntarnos en que se han trasformado los movimientos reformistas, la voluntad de progreso constante de las sociedades, del que Las Bostonianas nos aporta un tan interesante ejemplo. No es ninguna novedad decir que el Poder, incluso en los regímenes democráticos, han tratado de "internalizar" todos los movimientos reformistas relevantes. De manera que cualquier idea que se plantee para que progrese la vida de los ciudadanos se cataloga rápidamente dentro del ideario de los partidos que se alternan en el Poder. Una simplificación y banalización a la que ha contribuido sin duda la forma de difusión de las nuevas ideas, con una desesperante propensión a la "frase feliz" que manda a la herejía cualquier matización.
De esta forma toda las complejidades intelectuales y personales que advertimos en el movimiento sufragista en Las Bostonianas se convierte en una película de "buenos" y "malos" (o de santos y diablos) entorno a las nuevas verdades absolutas que se propugnan. La pobreza de la mayor parte de los habitantes del planeta ha sido sustituida por los niveles de CO2 en el año 2030 como gran "emergencia climática" planetaria. Y detrás de ella los viejos la vieja racionalidad es sustituida por una sencilla calificación ideológica ("es culpa del capitalismo", "el socialismo no puede resolver ningun problema serio"). Y por descontado no se puede comprender que alguien piense simultaneamente que "deben de disminuir radicalmente las emisiones de gases insalubres" y a la vez "los estados mientras existan tienen que mantener el control de sus fronteras".
Y por descontado, en este nuevo escenario los términos se reutilizan todo lo que haga falta sin casi nunca descender a lo que para cada uno significan: izquierda-derecha, conservadurismo, reformismo, progresismo, socialismo, comunismo.... y por descontado reformismo. Su uso se proscribe o prescribe en función de coyunturas concretas sin que nada se nos diga de su contenido.
De esta forma, el reformismo, el deseo de que las sociedades progresen sin alterar por ello los principios esenciales de la Constitución norteamericana y de la Revolución Francesa, esta presente realmente en la inmensa mayor parte de los partidos políticos y de los gobiernos de los países occidentales. Pero sin embargo casi ningún partido relevante ni casi ningun gobierno se confiesa reformista y prefieren refugiarse en palabras como "socialista" "popular" "democrático" "socialdemócrata" o incluso aún más vacuas: "unidos", "confluencia"...con independencia de que en cada momento hagan lo que más convenga a sus intereses.
Pero lo mejor del movimiento reformista en el fondo permanece. Olive, Verena, Miss Birdseye, Miss Burrage....podían haber disfrutado de una vida acomodada y sin preocupaciones. Pero piensan que deben de dedicar una buena parte de su vida al progreso del conjunto de los ciudadanos. Ninguna de ellas (ninguna de los personajes reales que se esconden tras ellas) consiguieron ver los resultados de su esfuerzo. Pero la firmeza de sus convicciones fue imprescindible para que agora casi todo el mundo se haya olvidado de cuando las mujeres pudieron votar por primera vez. Afortunadamente esa cultura de la innovación, de pensar que hay muchas cosas que se pueden cambiar y de que se puede hacer algo por ello, sigue estando en la forma de ser de muchas personas y sigue siendo un elemento básico para el progreso de nuestras sociedades.
Esto suponía abrir un nuevo marco de relaciones completamente novedosas entre los ciudadanos el Poder. Hasta ese momento las reivindicaciones de los ciudadanos se enfrentaban sistemáticamente a la represión, y en muchos casos al encarcelamiento arbitrario, la tortura o la muerte. Las protestas pacíficas raramente lograban sus objetivos mientras que las revueltas violentas se saldaban a veces con cambios radicales, pero casi siempre con represiones masivas.
Pero todo esto ahora había cambiado. Los ciudadanos podían luchar libremente por cambiar las cosas tanto mediante la elección de sus gobernantes como del ejercicio de sus derechos de expresión, reunión y de prensa.
Al amparo de estas nuevas libertades en Estados Unidos se desarrollaron durante el siglo XIX una serie de movimientos reformistas en una serie de temas tales como la esclavitud, los derechos laborales, la higiene pública, la defensa de los espacios naturales o los derechos de la mujer.
Las Bostonianas nos ofrece un testimonio especialmente interesante de una de estos movimientos reformistas: la lucha sufragista en Nueva Inglaterra, en la etapa inmediatamente posterior al final de la guerra de la Guerra de Secesión. Sin duda es una de las obras de ficción más interesantes de la literatura norteamericana, pero es indudable que para definir sus potentes personajes Henry James tomó nota de las grandes figuras del potente movimiento que impulsaron las mujeres de Boston en aquella época y que fue clave para que en las décadas siguientes la igualdad de representación política se fuera extendiendo tanto en Estados Unidos como en Europa. Un movimiento de cuya entidad nos habla el hecho de que las diversas asociaciones contaran con más de 50.000 inscritas en una ciudad que entonces sobrepasaba en poco los 300.000 habitantes.
Es necesario advertir que Henry James para pretendió hacer una homenaje a estas mujeres, y que incluso para algunos se deduce del relato una posición crítica respecto a la forma en la que iba creciendo el movimiento sufragista. Pero esto en el fondo es una gran ventaja para los que 135 años después podemos disfrutar de una disección enormemente lúcida, rica y compleja de este tipo de movimientos.
Y en ese sentido lo que primero nos llama la atención es la forma en la que los reformistas tratan de difundir sus nuevas ideas entre la sociedad. Primero los medios audiovisuales y luego la sociedad digital nos han llevado a sistema de difusión telegráfica en la que cualquier propuesta se sintetiza en un eslogan que en muy poco tiempo se difunde de parte a parte del planeta. Pero de una forma en la que la inmensa mayoría de los defensores los nuevos eslóganes ni disponen de información suficiente (y por lo tanto de un análisis propio) de lo que la nueva colección de frases felices tratan de sintetizar. Antes de estas innovaciones tecnológicas la expansión de las ideas innovadores se hacía por los viejos procesos de difusión del conocimiento: la oratoria directa en auditorios más o menos numerosos (desde los pequeños salones burgueses hasta auditorios repletos de gente), ante un conjunto de ciudadanos que debatían entre ellos y se posicionaban sobre exposiciones complejas y llenas de matices.
Fruto de este proceso de difusión es la multiplicación de las corrientes entorno a una idea determinada. Y así por ejemplo, de una forma admirablemente discreta Henry James nos habla de como el feminismo era entendido por algunas de sus lideres de una manera radical que debía de alcanzar hasta sus costumbres sociales (la virginidad y el celibato) mientras que para otras era una parte más de conseguir que "..todo el mundo viva mejor". Se va creando así un movimiento sufragista muy complejo en una atmosfera de debate constante muy alejado de la dialéctica entre "verdades únicas" y "herejías despreciables" que ahora no es tan familiar.
Se desarrolla además como un movimiento independiente al margen de partidos políticos y de las diversas Iglesias. Respecto a lo primero es muy posible que ya desde sus inicios el sistema de partidos norteamericano funcionara más como un mero mecanismo de alternancia de poder que como el aglutinador o impulsor de inquietudes sociales. Así vos demos en Letra Escarlata (en su parte autobiográfica) y, unas décadas mas tarde, en Las Bostonianas, en donde estos ni siquiera se mencionan.
En todo caso, observamos como los movimientos que impulsaban ideas renovadoras se enfrentase ya en aquellos momentos a cuestiones que ahora siguen siendo protagónicos: las relaciones con la prensa y su desvirtuación al caer en el enriquecimiento personal. Así asistimos en el relato como de manera directa un periodista trata de chantajear a una de las lideres advirtiéndola de que si no obtiene su favor personal se dedicará a hundir el movimiento. Y como desde el entorno del movimiento surgen inmediatamente propuestas para hacer interesantes negocios que sirvan a la vez difundir mejor las ideas y, simultaneamente, para enriquecer a otra de las lideres y, por descontado, al que plantea la cuestión. ¿Nos suena esto de algo?.
En reformismo del que habla Las Bostonianas es esencialmente burgués. Alguna de sus lideres trata de involucrar a las mujeres trabajadoras pero enseguida se da cuenta que esto es imposible ya que entre las clases bajas el control familiar de los hombres era absoluto. Sin embargo, entre las mujeres burguesas de Nueva Inglaterra se había producido un salto histórico, y sus aspiraciones, sus ideales y sus conversaciones ya tienen muy poco que ver con las de las mujeres de dos generaciones antes, al principio del siglo XIX. Y en este salto la libertad inherente al hecho urbano, la formación y la difusión de la cultura estaba jugando. Al lo mejor no es una casualidad que Henry James ubique a una de las dos protagonistas principales del relato en Cambridge, y le haga desenvolverse con soltura en el campus de Harvard pese a que pertenecía a uno de los estratos mas bajos de la burguesía de Massachussets. Curiosamente ahora Boston sigue siendo descrita como la ciudad del conocimiento, como un modelo de progreso basado en el conocimiento que gravita entorno al nivel de excelencia de sus universidades. Por lo tanto ahora ahora no nos extrañarían para nada las páginas de una de las historias románticas del libro que se desarrollan entre los limites de Harvard. Pero eso en 1885 suponía un salto adelante increíble frente a siglos y siglos en los que la racionalidad había sido marginada y en todo caso, el acceso al conocimiento había sido vedado a la inmensa mayoría de la población y, en particular, a las mujeres.
Y junto a ello otro salto adelante histórico: la represión no aparece por ninguna parte. El único policia que vemos está dedicado a guardar el orden público, proteger a las que van a hablar y departe amigablemente con unos y con otros para encontrar la mejor solución a los problemas que se van planteando. Nuevamente no nos sorprende para nada a los lectores de 2020, pero en la propia Boston unas generaciones antes los mismos policías estaban obligando a las mujeres adulteras a que se pasearan con una letra escarlata. Y antes, cerca de allí, en Salem, llevando a la hoguera como brujas a las mujeres que por alguna razón se apartaban de la ortodoxia religiosa o social.
El relato de Henry James es igualmente interesante a la hora de abordar la cuestión del liderazgo en los movimientos reformistas. Sin duda algunos de los tópicos que mas hemos visto extenderse en las últimas décadas son los que nos hablan del "pueblo único" y de sus "lideres abnegados" que muchas veces se describen reutilizando todo el arsenal de alabanzas que la literatura religiosa aplicaba a sus Santos.
Como veíamos antes en Las Bostonianas no vemos detrás del movimiento sufragista a un "pueblo unido" sino a un sin número de personas distintas de diversa condición y de ideales muy variados que coinciden en una cuestión básica pero que discrepan tanto en sus matices como en sus objetivos. Y tampoco vemos encabezando el movimiento a personas perfectas, a lideres inmaculados que tan a menudo han sido descritos como cuasi-santos.
Los dos personajes principales (Olive Chancellor y Verena Tarrant) tienen sin duda un puesto reservado en la historia de la literatura del XIX. A través de ellas, Henry James nos traslada la complejidad que conlleva defender con toda firmeza sus ideales de progreso desde personalidades completamente diferentes. Y por lo tanto a través de ellas comprendemos que podemos ver que como una misma pasión política puede llevar a estrategias y resultados muy diferentes. Algunos estudiosos de la obra de James han visto en ambos personajes meras caricaturas destinadas a desacreditar el movimiento sufragista desde una perspectiva conservadora. Es muy posible que eso no sea así, y que en realidad la elegante ironía que preside toda la obra nos esté hablando en este caso de el error que con tanta frecuencia seguimos cometiendo al unir indisolublemente la excelencia de los ideales defendidos con la cuasi-santidad de las personas que los defienden.
El cesarismo y el elogio general e indiscriminado del lider ha sido siempre propiciado por los mecanismos del Poder y es lo que había presidido la historia contada durante siglos y siglos. E incluso ahora nos es muy frecuente. Pero quizá para nada responda a la realidad y los lideres realmente sean personas sujetas a sus pasiones personales y al error intelectual. Como el resto de los humanos. Y así son Olive y Verena, moviéndose entre el idealismo quijotesco que hace olvidar la realidad cotidiana y el materialismo pragmático "sanchopanzesco".
No deberíamos adelantar nada que perjudique al futuro de la obra. Pero sólo diremos que Verena toma al final un importante decisión a la vista de la brutal realidad en la que en el fondo se desarrolla la acción de las sufragistas bostonianas de la época: un pais que acaba de vivir una de las guerras más terribles que entonces se recordaban, un conflicto cuyas heridas aún estaban completamente abiertas y detrás del cual estaba las os ideales reformistas respecto a la cuestión de la esclavitud. Un mismo horror desde el que Henry James escribe su obra, recordemos que en 1885.
Y sin embargo, en el mismo escenario, cuando los rescoldos de la guerra aún están calientes, Olive adopta una actitud radical arrastrando a todas las demás mujeres hacia el progreso a costa de todo. Una nueva Lisístrata en la que mediante la palabra y el convencimiento tratan de convencer a todos que es necesario cambiar las cosas.
Es cierto que Las Bostonianas para nada es una comedia. Pero es difícil pensar que Henry James no tomara como referencia para el personaje de Olive la obra de Aristófanes. En uno de los pasajes más inetersantes de la novela una de sus seguidoras más fervorosas se "escapa" a causa de una pasión amorosa y a su vuelta la reprende y la reconduce a que mantenga la "distancia" respecto a los hombres. Puede ser una anécdota, pero no deja de ser una relectura de la obra griega para poner nuevamente encima de la mesa la confrontación entre ideales y pasiones humanas. Sin bien, hay que decirlo, con un lenguaje que "confía en la imaginación del lector" muy diferente al "más explícito" que el que le permitía la sociedad griega emplear a sus autores.
Cierto es que en el caso de Aristófanes como una comedia "casi bufa". Pero no olvidemos que fue escrita también a lo que se creía la salida de una guerra civil (que luego por cierto proseguiría) tan brutal como la guerra de Secesión.
Hablamos de dos obras las separadas por casi 2.400 años escritas con lenguajes bien distintos. Pero que en el fondo abordan la misma cuestión: el progreso, su impulso mediante la palabra, y el necesario liderazgo que imprescindiblemente debe de estar detrás de ello aunque sea ejercido por personalidades que como hoy diríamos "no obedecen a la normalidad". Además ambas se desarrollan en la "capital del conocimiento" como era (y sigue siendo) el Boston de finales del XIX y la Atenas del siglo V a de C., algo que no es casual para los que piensan que el progreso solo avanza realmente en las sociedades en los que también lo hacen en el desarrollo y la difusión del conocimiento. Verena y su acompañante disfrutan una tarde del ambiente de la Academia en Harvard, una institución que se implanta por primera vez en Atenas poco después de que se escribiera Lisistrata.
Además en ambos casos un grupo de mujeres plantea libremente una reivindicación frente a reivindicación contra la "autoridad" familiar y política y la debaten abiertamente con los representantes del poder sobre el asunto. Un debate que en ambos casos se extiende a los que habían estado divididos poco antes por una feroz guerra pero que en el fondo compartían una cultura común.
La comparación entre Lisístrata y Las Bostonianas puede parecer a los lectores de 2020 baladí. Pero lo cierto es que entre ambas obras se sucedieron siglos y de Poderes absoluto basados en un complejo entramado al rededor de verdades únicas frente al cual la discrepancia, la herejía era condenada al terror en la tierra y mucho más allá en los infiernos. Y muy especialmente en el caso de las mujeres, sobre las que a todo este sistema de Poder se sobreponía el de sus padres y maridos. Una era de oscuridad que como decíamos antes había llegado en el propio escenario en el que las Bostonianas luchaban libremente por sus derechos a la muerte en la hoguera o a la expulsión de la sociedad de las mujeres adulteras.
Hablemos un poco también de los personajes masculinos. También en este caso la obra de Henry James tiene mucho más riqueza de lo que los tópicos habituales pretenden. Como en Lisístrata, no vemos en los hombres ejercer el "poder familiar" para oponerse a las nuevas ideas sino que se refugian en la inacción del poder político. Y a partir de ahí, entre las posiciones que adopta cada personaje deberíamos fijarnos especialmente en la de Basil Ransome. Un "caballero" sureño que viene de participado en la Guerra Civil, muy alejado de la atmosfera burguesa de Boston y de sus niveles de formación y cultura. Y pese a todo ello adopta una posición que conjuga la discrepancia activa con la comprensión de la posición de Verena. Y a partir de ahí, mediante el dialogo, se desarrolla una larga etapa de "convencimiento del contrario" cuyo resultado conocerá podrá conocer el lector de la obra. (Es imposible olvidarse de los actores que interpretan las películas correspondientes y en este sentido cabe reconocer que Ransome es un personaje literario completamente distinto del que Cristopher Reve trata de interpretar en la que filmó en su día James Ivory)
En todo caso, la diversidad de actitudes que vemos en la novela de Henry James frente al movimiento sufragista es mucho más amplia que el reduccionismo a la confrontación entre el "machismo" y el "feminismo". En ella vemos más y más bien hombres y mujeres que piensan y actúan de una forma diferente, fundamentalmente en relación a su cultura, a su formación y a su información y no en relación con la genética intima de cada uno. De hecho la actitud de Ramsone en relación con Verena es mucho más respetuosa con su libertad que adoptada por Olive, que como el lector advertirá, podría ser su pareja sentimental (ni el autor nos lo dice, ni quizá el mismo lo sabía, con lo que traslada constantemente esa duda al lector indicándonos trasladóndonos magistralmente el interés del relato en su lucha común y no en el tipo de sus relaciones).
La revoluciones norteamericana y francesa de finales del XVII constituyen sin duda uno de los hitos más importantes de nuestra historia y a lo largo del siglo XIX trajeron una nueva etapa de ilusión por el progreso más allá de los principios democráticos básicos que aportaron. La cuestión del reformismo es recurrente en mucho de los grandes autores de la época. Sin duda se fueron consiguiendo importantes logros a la vez que la salubridad y la tecnología se desarrollaban de manera vertiginosa. Pero nadie fue capaz de prever que el siglo XX iba a traer un larga etapa de guerras brutales que sólo al final del siglo parecían haber concluido, un etapa de brutales conflictos que sin duda alteró radicalmente el vector de progreso que antes señalábamos.
Así que podemos preguntarnos en que se han trasformado los movimientos reformistas, la voluntad de progreso constante de las sociedades, del que Las Bostonianas nos aporta un tan interesante ejemplo. No es ninguna novedad decir que el Poder, incluso en los regímenes democráticos, han tratado de "internalizar" todos los movimientos reformistas relevantes. De manera que cualquier idea que se plantee para que progrese la vida de los ciudadanos se cataloga rápidamente dentro del ideario de los partidos que se alternan en el Poder. Una simplificación y banalización a la que ha contribuido sin duda la forma de difusión de las nuevas ideas, con una desesperante propensión a la "frase feliz" que manda a la herejía cualquier matización.
De esta forma toda las complejidades intelectuales y personales que advertimos en el movimiento sufragista en Las Bostonianas se convierte en una película de "buenos" y "malos" (o de santos y diablos) entorno a las nuevas verdades absolutas que se propugnan. La pobreza de la mayor parte de los habitantes del planeta ha sido sustituida por los niveles de CO2 en el año 2030 como gran "emergencia climática" planetaria. Y detrás de ella los viejos la vieja racionalidad es sustituida por una sencilla calificación ideológica ("es culpa del capitalismo", "el socialismo no puede resolver ningun problema serio"). Y por descontado no se puede comprender que alguien piense simultaneamente que "deben de disminuir radicalmente las emisiones de gases insalubres" y a la vez "los estados mientras existan tienen que mantener el control de sus fronteras".
Y por descontado, en este nuevo escenario los términos se reutilizan todo lo que haga falta sin casi nunca descender a lo que para cada uno significan: izquierda-derecha, conservadurismo, reformismo, progresismo, socialismo, comunismo.... y por descontado reformismo. Su uso se proscribe o prescribe en función de coyunturas concretas sin que nada se nos diga de su contenido.
De esta forma, el reformismo, el deseo de que las sociedades progresen sin alterar por ello los principios esenciales de la Constitución norteamericana y de la Revolución Francesa, esta presente realmente en la inmensa mayor parte de los partidos políticos y de los gobiernos de los países occidentales. Pero sin embargo casi ningún partido relevante ni casi ningun gobierno se confiesa reformista y prefieren refugiarse en palabras como "socialista" "popular" "democrático" "socialdemócrata" o incluso aún más vacuas: "unidos", "confluencia"...con independencia de que en cada momento hagan lo que más convenga a sus intereses.
Pero lo mejor del movimiento reformista en el fondo permanece. Olive, Verena, Miss Birdseye, Miss Burrage....podían haber disfrutado de una vida acomodada y sin preocupaciones. Pero piensan que deben de dedicar una buena parte de su vida al progreso del conjunto de los ciudadanos. Ninguna de ellas (ninguna de los personajes reales que se esconden tras ellas) consiguieron ver los resultados de su esfuerzo. Pero la firmeza de sus convicciones fue imprescindible para que agora casi todo el mundo se haya olvidado de cuando las mujeres pudieron votar por primera vez. Afortunadamente esa cultura de la innovación, de pensar que hay muchas cosas que se pueden cambiar y de que se puede hacer algo por ello, sigue estando en la forma de ser de muchas personas y sigue siendo un elemento básico para el progreso de nuestras sociedades.
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