El corazón de las Tinieblas (Joseph Conrad, 1899). La cuestión de Africa.
La cuestión de Africa sigue siendo una de las grandes emergencias de este Planeta. A principios del siglo XXI no sólo tiene niveles inaceptables de calidad de vida, desarrollo económico y desarrollo de las libertades sino que parece diverger cada vez más de las tendencias de progreso que, de una u otra forma, se dan en los restantes continentes. Y en paralelo unas tensiones migratorias que en todos los escenarios manejados tenderán a incrementarse en el futuro.
Los tópicos que ha menudo se propagan para explicar esta situación nos hablan de los efectos del colonialismo depredador de los europeos y de la consiguiente "descolonización desordenada". Este enfoque conduce al deber de compensar aquel periodo mediante ayudas mucho más importantes que las actuales en la esperanza de que así los países africanos emprenderán una senda de crecimiento estable. Lo cierto es que hasta el momento la solidaridad con Africa no está siendo lo eficiente que todos desearíamos para cumplir sus objetivos, así que deberíamos avanzar en un análisis más profundo de la cuestión. Y para ello revisitar la historia reciente del continente más allá de las explicaciones simplistas que antes citábamos.
El Corazón de la Tinieblas es un testimonio especialmente interesante para comprender el proceso de expansión de las potencias europeas en Africa tras haber acordado previamente el reparto del continente. Estamos hablando de un relato extraordinariamente interesante en el que encontramos mucho más que una serie de datos sobre el tema, sino que tiene el poder de trasladarnos la atmosfera en la que se desarrollan esos momentos mágicos de la historia en donde se produce el encuentro entre dos civilizaciones completamente diferentes.
Como el mismo autor nos explica, entre las zonas descritas por los mapas y los territorios ignotos hay una zona de tinieblas en donde se encuentra el mundo conocido (nuestra civilización) y lo que está más allá de ella. Un espacio en la que nuestros principios deben de abandonar la "zona de confort" en la que se han desarrollado y enfrentarse a realidades completamente nuevas. Y por descontado esto debe de entenderse desde un punto de vista que va mucho más allá del conflicto étnico entre "blancos" y "negros".
El autor pone en relato en la boca de un viejo marino que cuanta sus experiencias al resto de la tripulación en la cubierta de un buque de vapor que asciende tranquilamente por el Támesis. Conrad nos llama la atención sobre la tranquilidad de esta escena, en medio de las luces de la civilización, en un curso de agua por el que muchos siglos antes los romanos ascendían hasta lo que luego sería Londres, pero que en esos momentos era el corazón de las tinieblas de la salvaje Britania. Una forma magistral de enmarcar lo que algunos puden considerar una mera novela de aventuras en lo que realmente es una profunda disección de lo que supone el contacto entre la civilización y sus límites exteriores.
Y de la misma forma Apocalipsis Now, extiende la meditación de Conrad a una realidad parecida. En la Indochina de los años 60 los valores occidentales colisiona brutalmente con pueblos completamente ajenos a su cultura, y en medio de la inestabilidad de este conflicto el Poder alcanza alguna de sus caras más brutales descritas en la película de una forma tremendamente emocionante. El objetivo de Coppola no persigue trascribir la mera acción de "El Corazón de las Tinieblas" sino que parece querer aportar una "secuela" que complemente la reflexión sobre el drama de la extensión de las civilizaciones.
La ubicación en la boca del Támesis no es para nada gratuita. En este caso Conrad también acude a un "testimonio directo" (como de trata de hacer en este Blogg), y en este caso particularmente interesante como es los "Comentarios a la Guerra de las Galias" en las que Julio Cesar nos cuenta (más bien justifica su papel) el primer gran ciclo de expansión de la civilización occidental. Este proceso expansivo prosiguió durante la edad media hacia el norte y el este de Europa y el oriente medio (las Cruzadas) durante el medievo. A partir de finales del siglo XIV los avances de la navegación suponen del comienzo de una nueva etapa en el que el proceso expansivo se extiende al resto del planeta.
El descubrimiento de América podría estar justificado de esta forma como el inicio de una nueva Edad en nuestra historia. Pero esto podría ser muy discutible. El proceso de expansión ya se había venido desarrollando con diversas formulas durante la baja edad media como decíamos y, por otra parte, la esencia de las formulas de poder no cambiaron en dicha fecha sino tres siglos más tarde, cuando se desmorona el antiguo régimen y comienza una era de nuevas libertades para los ciudadanos.
El que el hito de inicio de la "modernidad" haya sido 1492 puede condicionarnos a la hora de entender el proceso de expansión de Europa en América que en sus inicios se desarrolla bajo la égida de un Poder absoluto e inmisericorde que desarralloba su acción con la misma crueldad sobre la población a ambos lados del Atlántico. Un poder focalizado en las monarquías europeas que quizá debieran ser estudiadas cada vez más como una red fuertemente entrelazada (y no por ello sujeta a constantes conflictos por el poder) que se sobrepone a la población del continente. La historia nacionalista nos habla de la gesta de los españoles en América durant el siglo XVI, con independencia de que Carlos I y Felipe II eran realmente monarcas de origen extranjero cuya política tenía una clara clave dinástica en la que los recursos del otro lado del atlántico eran claves.
En este panorama, el objetivo de las monarquías europeas no era primigeniamente territorial sino el control de los recursos. Y en ese sentido la Casa de Contratación con la que la corona española monopolizó el comercio con América fue una institución clave para comprender como evolucionaría durante los siguiente siglos este control. Supuso que la Casa Real y una serie de "cortesanos" captaban todo el resultado del heroísmo de los navegantes y del riesgo de los soldados, tal como describen Zweig en su biografía de Magallanes.
En los siguientes siglos veríamos como bien a través de una serie de Compañías controladas por la corona o por su entorno o mediante los impuestos reales este sistema se convertiría en un mecanismo muy adecuado para vehicular hacia algunos las "inmensas riquezas" extraídas de lugares lejanos. De manera que la frase tan propia de la historia nacionalista de que "los españoles" "los ingleses" o "los portugueses", así en general, esquilmaron otros continentes debe de ser revisitada.
Así como el concepto de que el espíritu de las cruzadas estaba detrás de ello. La acción expansiva es un fenómeno que se dio de una forma extraordinaria con el Islam. Y sin las escusas religiosas que aportaban las "religiones del libro" China también comenzó la más potente de todas las expansiones comerciales del Siglo XV en el Sur de Asia y el Este de Africa de la mano de Zheng He con un objetivo exclusivamente comercial, si bien por razones no bien estudiadas no tuvo continuación alguna en los siguientes siglos.
La expansión en el Africa Subsahariana se desarrolla en una etapa posterior, a lo largo del Siglo XIX en el que las instituciones del Antiguo Régimen van dando paso poco a poco a los estados constitucionales que reconocen los derechos de los ciudadanos. Una etapa de transición en la que lo viejo y lo nuevo siguen conviviendo.
El Corazón de las Tinieblas se escribe en 1899 hablando de una realidad próxima, probablemente de unas dos o tres décadas antes. Una etapa inmediatamente posterior a la caída de Napoleón III o de la primera república española, en la que los estadios constitucionales seguían siendo elementos muy débiles y en los que pervivía en gran medida pervivía el sistema productivo de "manos muertas" que había predominado al amparo del Antiguo Régimen.
Por lo tanto no es de extrañar que en Bélgica, un pequeño pais recientemente nacido en la primera de la mano del inicio del nacionalismo, pudieran pervivir instituciones precapitalistas como las compañías monopólicas para la explotación de las colonias. Y en este caso primero bajo la titularidad directa del Rey (que como en el caso de la Casa de Contratación corría con la "imagen de marca" y unos grandes beneficios personales, pero sin duda inferiores al conjunto de "cortesanos" que tras el se disfrazaban) y luego bajo la dependencia del estado belga.
Kurtz, Marlow y el resto de occidentales del relato de Conrad son unos meros trabajadores al servicio de la Compañía. No tenemos noticias de que descendieran no de la aristocracia ni de la alta burguesía. Por el contrario la falta de perspectivas de progreso personal en un continente aún pobre y preindustrial les lleva a trabajar en lugares lejanos. A veces por motivos económicos y otras veces por huir de su propia realidad buscando nuevos cielos en la tierra.
En contra de lo que a veces se ha dicho no podemos describir con el término racismo la forma en la que estos occidentales se relacionan con los nativos. Este tipo de simplificaciones no son propias de escritores de la talla de Conrad. La forma en la que tratan a los nativos no es muy diferente de la que los administradores de las fincas trataban a los campesinos a mediados del XIX según vemos en las novelas de Balzac, Dickens o Tolstoi. Salarios de hambre y reglas muy estrictas a veces aplicadas con la arbitrariedad más absoluta, a veces incluyendo el castigo personal e incluso el asesinato. Pero también enseñanza de oficios (creando una formula para el ascenso social), relaciones personales de amistad que en algunos casos e incluso formación de parejas y momentos de relajación y disfrute compartidos.
Y protección de sus empleados frente a terceros. En un momento dado los europeos y empleados africanos que ascienden en un pequeño vapor por el río Congo son atacados por los nativos.Y por descontado estos lo hacen de forma indiscriminada a unos y otros de forma que la única víctima es un negro. Es cierto que nuestras últimas generaciones nos hemos criado en el "Asterixmo", una doctrina abrazada por muchos intelectuales según la cual antes de la llegada de los conquistadores crueles todo era paz y armonía en un mundo perfecto regido por la solidaridad, el bien común y el respeto a los débiles y especialmente a los nichos y a las mujeres. No busquen esta palabra en la red. Me la acabo de inventar. Podría haberle llamado "nerudismo", pero debo de reconocer que la creación de Asterix, y Obelix está en los genes de varias de nuestras últimas generaciones ya que en el fondo es una divertida sátira contra el poder mientras obras como el Canto General parten de premisas quizá no tan valorables con independencia de su calidad formal.
Lo cierto es que no hay ningun dato que pueda confirmar que los valores de las sociedades primitivas sean mejores que los de las más avanzadas. En el algunos casos los primeros puedan incluir no solamente la constante lucha de los más fuertes contra los débiles para controlar el territorio sino incluso, como vemos en el relato de Conrad el canibalismo. Desde el tiempo de los romanos y de los árabes la exclavitud en Africa esta vinculada por descontado a la mayor de las verguenzas de la civilización occidental (y del islam), pero también a la inexistencia de una mera o rudimentaria civilización entre los africanos de manera que en los estadios tribales no tenían por que ser ni mejores que los restantes habitantes del planeta y que por lo tanto basaban su susbsitencia y desrrolllo esencialmente del control de los otros y no en el progreso de la producción.
Lo que en el fondo sucede en el caso de la descrito por Conrad es que estamos en esa zona espacial-temporal tan compleja que denomina Tiniebla. Algunos de los elementos de occidente (las compañías, los colonos, las misiones...) han penetrado en los confines del territorio, pero a ellos aún no se ha extendido Estado de manera que allí los hombres se comportan al margen de la prevalencia de la ley, con una libertad a veces sólo limitada por su pertenencia a una compañía (como en el lejano oeste en el caso de las compañías de ferrocarriles) o de algun agente de la ley perdido y descontrolado que, normalmente esta corrompido.
La gran tragedia que nos describe Conrad es como bajo esta tiniebla de estado imperceptible puede aparecer lo mejor y lo peor de las personas. Desde Misionerios abnegados que pierden su vida para salvar de las enfermadades más básicas que afectan a los nativos, hasta potentados extremadamente crueles que agotan a todas las poblaciones del entorno al llevarlas hasta la extenuación.
Este comportamiento humano, el ver hasta que punto los principios iniciales se olvidan cuando no hay un mecanismo de "compromiso colectivo" por mantenerlos, es la clave de la obra de Conrad. Por ello el personaje de Kurtz (a lo que a todos nos es imposible ponerle otro rostro que el del gigantesco Marlon Brando) preside todo el relato presente a que sólo aparezca en alguna de sus páginas. Un funcionario de la compañía con un alto nivel intelectual se convierte en el corazón de las Tinieblas en el Poder. Olvida todas sus costumbres occidentales y por descontado su base religiosa, y pasa a ser un jefe tribal capaz de controlar a los nativos del entorno, y ello pese a no disponer de mas "fuerza militar" que el mismo. Y lo hace para conseguir el marfil objeto del deseo de todos, pero también por que, en el fondo el poder, el anillo "tolkeniano", siempre es la verdadera tentación que acecha al ser humano.
Es muy interesante la forma en la que Conrad cierra la obra. No develaremos aquí este final pero si que tanto lo que en él sucede como la forma en la que se cuenta nos hace regresar a la literatura burguesa del XIX, tras un texto presidido por la angustia y por el horror.
En en corazón de las tinieblas, en el límite exterior de la civilización, los seres humanos cambian. Un "profesional burgués" como Kurtz acaba dominando a una tribu mediante técnicas parecidas a las de cualquier jefe tribal.
Como cualquier obra literaria realmente interesante lo que se nos traslada no proviene de una explicación simplista del conflicto entre la bondad innata del nativo y la maldad innata del occidental. Debemos de buscar entre líneas otras razones para lo que sucede en los procesos de expansión de las civilizaciones que no esté basada en explicaciones antropológicas. Durante todo el XIX los europeos van logrando que su libertad y sus derechos personales vayan avanzando frente al poder absoluto del Antiguo Régimen. Y sobre todo, de acuerdo con los principios de las revoluciones de finales del XVIII, que estos derechos estuvieran protegidos por la Ley emanada del conjunto de los ciudadanos y no por la actuación discrecional de los gobernantes. Y además se había conseguido cierto nivel de independencia del sistema judicial para poder defender del poder tales derechos.
Pero en el momento en el que se desarrollan los hechos que Conrad describe el grado de avance que se había conseguido en tales materias no tiene nada que ver con el que ahora tenemos. Y por descontado el manto protector de los nuevos "estados constitucionales" no llegaba a los confines de donde teóricamente ejercían su poder, a ese espacio de "tinieblas" en donde los conflictos de intereses se seguían resolviendo aún en gran parte por la fuerza (o la astucia). Y en donde por lo tanto se reproducen formas de poder tribales o feudales, como lo queramos llamar. Ya sean lideradas por blancos o negros. Y por descontado no cabe pensar que en ausencia de la ley (y de sus sistemas de defensa) las meras convicciones personales sean suficiente para asumir ese poder, incluso cruelmente. De ahí el gran interés que nos despierta el personaje de Kurtz, ya sea en la versión de Conrad o en la de Coppola.
Por lo tanto, más que la idea de "estados capitalistas" que "esquilman continentes enteros" y "masacran a su población" debíamos pensar en una situación "no estado" a favor de la cual los intereses económicos devuelven a las personas a comportamientos tribales, incluyendo desde la violencia más extrema a la magnanimidad y a la solidaridad, a desarrollar los dos extremos entre los cuales siempre se debaten las personas. El empleo del término capitalista en esta etapa es particularmente curioso por que precisamente lo que estamos hablando es de un "actor económico" precapitalista: las compañías monopólicas que como decíamos antes habían sido un factor clave del poder desde el siglo XV. Nada nuevo descubrimos al hablar de las interrelaciones entre los monopolios y los oligopolis y el poder, especialmente escribiendo estas líneas en donde las televisiones, el sistema eléctrico y otros elementos claves funcionan en un régimen oligopólico fuertemente enraizado en las decisiones del poder.
Es evidente que el capitalismo se desarrolla hacia el control monopólico en cuanto no se lo impide el poder político. Y que por contra uno de los objetivos claves de muchos sectores productivos es adquirir una posición monopólica convenciendo o corrompiendo el poder. No en vano en los "estados constitucionales" la lucha contra los monopolios es clave.
Bélgica, una pequeña nación recién inventado como una "contraprogramación" al constitucionalismo francés por la Convención de Viena fue la adjudicataria de los territorios en donde se desarrolla la trama de Conrad. Entonces un tipo de estado especialmente vulnerable a la acción monopólica de los explotadores de las riquezas de la zona y que por lo tanto no tuvo durante mucho tiempo ni interés ni capacidad de extender su "manto protector" y su sistema legal, judicial y policial a los nuevos territorios. En lo que de esta forma se dieron alguno de los episodios más terribles en el cambio entre los poderes tribales tradicionales y los nuevos poderes.
Y con todo ello lo que vemos en el relato de Conrad es algo muy distinto de lo que Mark Twin nos contaba sólo unas décadas antes. El Corazón de las Tinieblas y la obra del autor norteamericano comparten la magia de ser "relatos fluviales". Pero una cosa curiosa: en el caso del segundo los personales descienden de una forma plácida e incluso divertida a favor de la corriente. Y dentro de esta placidez la existencia de la esclavitud es una anécdota que no horroriza a nadie. Marlow ascienden dificultosamente por el río Congo en su pequeño vapor a contracorriente angustiado por el horror que le circunda. Entre ambas escenas la esclavitud había desaparecido (al menos entre los occidentales) de forma que cualquier trato hacia los nativos que se relata no tiene nada que ver con lo que era frecuente poco antes. Pero sobre todo frente a la placidez del primer "relato de aventuras", a finales del XIX el testimonio de Conrad es una verdader tragedia en la que se debaten las convicciones personales y los valores europeos con la codicia y la crueldad.
La obra de Conrad dejó a sus lectores sin ninguna pista sobre lo que podría suceder en Africa en el nuevo siglo que se avecinaba. Pero sin embargo, si hablamos de su biografía, encontraremos algún dato sobre cual podía ser la visión al respecto y sobre que tuvo que ver con lo que en realidad sucedió.
Conrad fue un escritor en inglés. ¿Pero de que nacionalidad?. Por descontado su pasaporte terminó siendo británico. Pero había nacido en el seno de una familia polaca que residía en la ucrania ocupada por los rusos. Recibió una formación "austro-húngara" en Lvov y luego fue un marino que conoció un gran numero de puertos y que compartió singladuras con compañeros de los más diversos orígenes. Para acabar en Inglaterra. Muchos de los escritores del XIX tienen trayectorias vitales parecidas. Desde Roth a Henry James pasando por muchos otros. Sus experiencias, sus amistades, su cultura era europea, occidental, con independencia de sus pasaportes iniciales y finales.
El siglo XIX comenzó con la desaparición formal del último vestigio del Imperio Romano, pero en sus inicios siguió teniendo una fuerte dimensión internacionalista en la que se enmarcaban tanto los ideales de Napoleón como el último intento la Convención de Viena de mantenemiento del sistema entrelazado de casas reales del Antiguo Régimen. Y por descontado el catolicismo era internacionalista como lo eran los movimientos comunistas y socialistas. Y la opera, el teatro, la literatura o la pintura. Y en este seno el nuevo capitalismo industrial surge como un movimiento igualmente internacionalista.
Frente a la difuminación de los antiguos aliados, el poder recurre a una nueva fórmula: el nacionalismo. Y para ello tienen un gran aliado: los poderes económicos locales que eligen las barreras de mercado frente a la innovación como forma de seguir creciendo en una etapa de fuertes cambios. Y en todo caso, y en relación a las colonias, permitiendo mantener una situación monopólica que continue las prácticas de las viejas compañías de bandera de navegación.
Cuando tras la segunda guerra mundial el debate sobre la cuestión africana se pone encima de la mesa el nacionalismo es un punto de encuentro en el que coinciden las élites locales, determinados sectores empresariales que ven la posibilidad de mantener los viejos monopolios (véase el caso de BP) y la influencia soviética que veía como se abría la posibilidad de debilitar a sus enemigos. De manera que la fórmula mágica que se escogió fue la independencia. Eso sí, acompañada de una batería de marcos de cooperación y ayuda que han ido variando con el tiempo y con las circunstancias de cada país.
Cien años después del relato de Conrad, en el este del Congo y en Ruanda, cerca de la zona en la que sitúa su relato, nuestra generación asistió con el mismo horror que rezuma de su relato a uno de los mas gigantescos genocidios de la historia reciente. El poder había cambiado de manos, pero eso no implica que "las tinieblas" desaparecieran. Los nuevos países artificiales no tenían nada que ver con el concepto de estado que sucedió al antiguo régimen, capaz de implantar y proteger los derechos de los ciudadanos frente al poder. De manera que en la zona nebulosa del límite de la civilización los élites locales, azuzadas y armadas por los intereses económicos externos, desarrollaron una baterías de conflictos bélicos con un grado de crueldad pocas veces vista en la historia reciente.
El resto de lo que allí está pasando es igualmente terrible, pero menos divulgado. Por supuesto, tras medio siglo de existencia, los "no-estados" africanos han sido incapaces no sólo de asegurar ciertos derechos a sus ciudadanos sino que en gran parte son meros mecanismos de corrupción en el que sus entramados de poder dilapidan sus propios recursos y las ayudas exteriores. Y de esta forma el progreso económico y el acceso a unas condiciones mínimas de dignidad humana avanzan cada vez más lentamente en relación a lo que sucede en el resto del planeta. Y junto a ello, como casi proféticamente nos avanza Conrad en las últimas páginas que antes comentábamos, los europeos vuelven a su "espacio de confort" restringiendo su análisis al porcentaje del PIB destinado a las ayudas sin entrar en el debate de cules son las causas estructurales de lo que allí está pasando.
Por descontado, este análisis tampoco se hace desde los poderes africanos ni de los que apoyaron la idea de la independencia como solución mágica para Africa, sino que al contrario siguen manteniendo que todo lo que sucede es consecuencia de la "mala colonización". Un mensaje mágico y simplista destinado al éxito entre la inmensa mayoría de la población escasamente formada y que exonera a los poderes locales de cualquier responsabilidad sobre lo que ahora está sucediendo.
Deberíamos distinguir el concepto de nación de la del estado garante de los derechos de los ciudadanos. El primero es con frecuencia un conceptos étnicos, linguistico, racial o geográficos y a ciertas interpretaciones interesadas de la historia. En el segundo lo esencial es la calidad de tales derechos, que alcanzan indiferentemente por personas de cualquier tipo, y que por lo tanto por su propia esencia son multiétnicos y con pluralidad de religiones, lenguas y formas de interrelación social. En ambos casos se simbolizan por banderas, pero a veces estas recuerdan las enseñas de los conflictos tribales o feudales y en otro casos identifican una comunidad de ciudadanos defendiendo sus derechos colectivos.
En muchas ocasiones los Estados de los que hablamos han sido controlados por poderes no democráticos, e incluso si estos lo son, deben de recorrer un largo proceso para que los derechos se ejerzan de una forma igualitaria. Pero en general es posible que podamos considerarlos como formas más avanzadas como instrumentos de organización colectiva de los ciudadanos más avanzados que el concepto de nación al que nos referíamos.
La independencia de Africa es un proceso esencialmente diferente a la independencia de Estados Unidos, Canadá, Australia o la India. La presencia de occidente en Africa fue realmente efímera y obedeció en general a motivos meramente expansionistas, de manera que los tenues estados que se empezaron a implantar fueron rápidamente liquidados (o minimizados) por los poderes locales. Y, como nos indica el testimonio de "El Corazón de las Tinieblas", sin su manto protector, los derechos de los ciudadanos son despreciados por aquellos que son seducidos por el anillo del poder, ya sean de etnia negra o, como el caso de Kurtz cultos burgueses de raza blanca y fuertes convicciones previas.
Y, es necesario decirlo, todo ello ante el fracaso de los órganos internacionales como las Naciones Unidas, evidentemente incapaces de asumir las funciones que se esperaba que desarrollara tras el periodo de la posguerra. Y la pervivencia de conductas nacionalistas en las que mediante uno de sus instrumentos inherentes a su esencia como es el arancel condenan el desarrollo del sector primario en Africa, en un fenómeno de grandes dimensiones que es obviado sistemáticamente por los que tratan de analizar cuestiones tales como las migraciones norte sur.
El pesimismo que nos deja las últimas páginas de "El Corazón de las tinieblas" es el que ahora nos sigue invadiendo cuando pensamos en la cuestión de Africa. Con alguna excepción. La actual República Sudafricana un un modelo que poco a poco va estabilizándose con los principios que antes hablábamos de los Estados garantes de los derechos de sus ciudadanos con independencia de que aún deba de recorrer un largo camino para asegurar las opciones reales de todos sus habitantes al progreso. Camino que comenzó gracias a gigantes de la historia como Nelson Mandela y que ha generado un ciclo de liderazgo y expansión de sus valores en las naciones próximas que quizá sea la primera señal de un solución para los problemas estructurales del continente.
Los tópicos que ha menudo se propagan para explicar esta situación nos hablan de los efectos del colonialismo depredador de los europeos y de la consiguiente "descolonización desordenada". Este enfoque conduce al deber de compensar aquel periodo mediante ayudas mucho más importantes que las actuales en la esperanza de que así los países africanos emprenderán una senda de crecimiento estable. Lo cierto es que hasta el momento la solidaridad con Africa no está siendo lo eficiente que todos desearíamos para cumplir sus objetivos, así que deberíamos avanzar en un análisis más profundo de la cuestión. Y para ello revisitar la historia reciente del continente más allá de las explicaciones simplistas que antes citábamos.
El Corazón de la Tinieblas es un testimonio especialmente interesante para comprender el proceso de expansión de las potencias europeas en Africa tras haber acordado previamente el reparto del continente. Estamos hablando de un relato extraordinariamente interesante en el que encontramos mucho más que una serie de datos sobre el tema, sino que tiene el poder de trasladarnos la atmosfera en la que se desarrollan esos momentos mágicos de la historia en donde se produce el encuentro entre dos civilizaciones completamente diferentes.
Como el mismo autor nos explica, entre las zonas descritas por los mapas y los territorios ignotos hay una zona de tinieblas en donde se encuentra el mundo conocido (nuestra civilización) y lo que está más allá de ella. Un espacio en la que nuestros principios deben de abandonar la "zona de confort" en la que se han desarrollado y enfrentarse a realidades completamente nuevas. Y por descontado esto debe de entenderse desde un punto de vista que va mucho más allá del conflicto étnico entre "blancos" y "negros".
El autor pone en relato en la boca de un viejo marino que cuanta sus experiencias al resto de la tripulación en la cubierta de un buque de vapor que asciende tranquilamente por el Támesis. Conrad nos llama la atención sobre la tranquilidad de esta escena, en medio de las luces de la civilización, en un curso de agua por el que muchos siglos antes los romanos ascendían hasta lo que luego sería Londres, pero que en esos momentos era el corazón de las tinieblas de la salvaje Britania. Una forma magistral de enmarcar lo que algunos puden considerar una mera novela de aventuras en lo que realmente es una profunda disección de lo que supone el contacto entre la civilización y sus límites exteriores.
Y de la misma forma Apocalipsis Now, extiende la meditación de Conrad a una realidad parecida. En la Indochina de los años 60 los valores occidentales colisiona brutalmente con pueblos completamente ajenos a su cultura, y en medio de la inestabilidad de este conflicto el Poder alcanza alguna de sus caras más brutales descritas en la película de una forma tremendamente emocionante. El objetivo de Coppola no persigue trascribir la mera acción de "El Corazón de las Tinieblas" sino que parece querer aportar una "secuela" que complemente la reflexión sobre el drama de la extensión de las civilizaciones.
La ubicación en la boca del Támesis no es para nada gratuita. En este caso Conrad también acude a un "testimonio directo" (como de trata de hacer en este Blogg), y en este caso particularmente interesante como es los "Comentarios a la Guerra de las Galias" en las que Julio Cesar nos cuenta (más bien justifica su papel) el primer gran ciclo de expansión de la civilización occidental. Este proceso expansivo prosiguió durante la edad media hacia el norte y el este de Europa y el oriente medio (las Cruzadas) durante el medievo. A partir de finales del siglo XIV los avances de la navegación suponen del comienzo de una nueva etapa en el que el proceso expansivo se extiende al resto del planeta.
El descubrimiento de América podría estar justificado de esta forma como el inicio de una nueva Edad en nuestra historia. Pero esto podría ser muy discutible. El proceso de expansión ya se había venido desarrollando con diversas formulas durante la baja edad media como decíamos y, por otra parte, la esencia de las formulas de poder no cambiaron en dicha fecha sino tres siglos más tarde, cuando se desmorona el antiguo régimen y comienza una era de nuevas libertades para los ciudadanos.
El que el hito de inicio de la "modernidad" haya sido 1492 puede condicionarnos a la hora de entender el proceso de expansión de Europa en América que en sus inicios se desarrolla bajo la égida de un Poder absoluto e inmisericorde que desarralloba su acción con la misma crueldad sobre la población a ambos lados del Atlántico. Un poder focalizado en las monarquías europeas que quizá debieran ser estudiadas cada vez más como una red fuertemente entrelazada (y no por ello sujeta a constantes conflictos por el poder) que se sobrepone a la población del continente. La historia nacionalista nos habla de la gesta de los españoles en América durant el siglo XVI, con independencia de que Carlos I y Felipe II eran realmente monarcas de origen extranjero cuya política tenía una clara clave dinástica en la que los recursos del otro lado del atlántico eran claves.
En este panorama, el objetivo de las monarquías europeas no era primigeniamente territorial sino el control de los recursos. Y en ese sentido la Casa de Contratación con la que la corona española monopolizó el comercio con América fue una institución clave para comprender como evolucionaría durante los siguiente siglos este control. Supuso que la Casa Real y una serie de "cortesanos" captaban todo el resultado del heroísmo de los navegantes y del riesgo de los soldados, tal como describen Zweig en su biografía de Magallanes.
En los siguientes siglos veríamos como bien a través de una serie de Compañías controladas por la corona o por su entorno o mediante los impuestos reales este sistema se convertiría en un mecanismo muy adecuado para vehicular hacia algunos las "inmensas riquezas" extraídas de lugares lejanos. De manera que la frase tan propia de la historia nacionalista de que "los españoles" "los ingleses" o "los portugueses", así en general, esquilmaron otros continentes debe de ser revisitada.
Así como el concepto de que el espíritu de las cruzadas estaba detrás de ello. La acción expansiva es un fenómeno que se dio de una forma extraordinaria con el Islam. Y sin las escusas religiosas que aportaban las "religiones del libro" China también comenzó la más potente de todas las expansiones comerciales del Siglo XV en el Sur de Asia y el Este de Africa de la mano de Zheng He con un objetivo exclusivamente comercial, si bien por razones no bien estudiadas no tuvo continuación alguna en los siguientes siglos.
La expansión en el Africa Subsahariana se desarrolla en una etapa posterior, a lo largo del Siglo XIX en el que las instituciones del Antiguo Régimen van dando paso poco a poco a los estados constitucionales que reconocen los derechos de los ciudadanos. Una etapa de transición en la que lo viejo y lo nuevo siguen conviviendo.
El Corazón de las Tinieblas se escribe en 1899 hablando de una realidad próxima, probablemente de unas dos o tres décadas antes. Una etapa inmediatamente posterior a la caída de Napoleón III o de la primera república española, en la que los estadios constitucionales seguían siendo elementos muy débiles y en los que pervivía en gran medida pervivía el sistema productivo de "manos muertas" que había predominado al amparo del Antiguo Régimen.
Por lo tanto no es de extrañar que en Bélgica, un pequeño pais recientemente nacido en la primera de la mano del inicio del nacionalismo, pudieran pervivir instituciones precapitalistas como las compañías monopólicas para la explotación de las colonias. Y en este caso primero bajo la titularidad directa del Rey (que como en el caso de la Casa de Contratación corría con la "imagen de marca" y unos grandes beneficios personales, pero sin duda inferiores al conjunto de "cortesanos" que tras el se disfrazaban) y luego bajo la dependencia del estado belga.
Kurtz, Marlow y el resto de occidentales del relato de Conrad son unos meros trabajadores al servicio de la Compañía. No tenemos noticias de que descendieran no de la aristocracia ni de la alta burguesía. Por el contrario la falta de perspectivas de progreso personal en un continente aún pobre y preindustrial les lleva a trabajar en lugares lejanos. A veces por motivos económicos y otras veces por huir de su propia realidad buscando nuevos cielos en la tierra.
En contra de lo que a veces se ha dicho no podemos describir con el término racismo la forma en la que estos occidentales se relacionan con los nativos. Este tipo de simplificaciones no son propias de escritores de la talla de Conrad. La forma en la que tratan a los nativos no es muy diferente de la que los administradores de las fincas trataban a los campesinos a mediados del XIX según vemos en las novelas de Balzac, Dickens o Tolstoi. Salarios de hambre y reglas muy estrictas a veces aplicadas con la arbitrariedad más absoluta, a veces incluyendo el castigo personal e incluso el asesinato. Pero también enseñanza de oficios (creando una formula para el ascenso social), relaciones personales de amistad que en algunos casos e incluso formación de parejas y momentos de relajación y disfrute compartidos.
Y protección de sus empleados frente a terceros. En un momento dado los europeos y empleados africanos que ascienden en un pequeño vapor por el río Congo son atacados por los nativos.Y por descontado estos lo hacen de forma indiscriminada a unos y otros de forma que la única víctima es un negro. Es cierto que nuestras últimas generaciones nos hemos criado en el "Asterixmo", una doctrina abrazada por muchos intelectuales según la cual antes de la llegada de los conquistadores crueles todo era paz y armonía en un mundo perfecto regido por la solidaridad, el bien común y el respeto a los débiles y especialmente a los nichos y a las mujeres. No busquen esta palabra en la red. Me la acabo de inventar. Podría haberle llamado "nerudismo", pero debo de reconocer que la creación de Asterix, y Obelix está en los genes de varias de nuestras últimas generaciones ya que en el fondo es una divertida sátira contra el poder mientras obras como el Canto General parten de premisas quizá no tan valorables con independencia de su calidad formal.
Lo cierto es que no hay ningun dato que pueda confirmar que los valores de las sociedades primitivas sean mejores que los de las más avanzadas. En el algunos casos los primeros puedan incluir no solamente la constante lucha de los más fuertes contra los débiles para controlar el territorio sino incluso, como vemos en el relato de Conrad el canibalismo. Desde el tiempo de los romanos y de los árabes la exclavitud en Africa esta vinculada por descontado a la mayor de las verguenzas de la civilización occidental (y del islam), pero también a la inexistencia de una mera o rudimentaria civilización entre los africanos de manera que en los estadios tribales no tenían por que ser ni mejores que los restantes habitantes del planeta y que por lo tanto basaban su susbsitencia y desrrolllo esencialmente del control de los otros y no en el progreso de la producción.
Lo que en el fondo sucede en el caso de la descrito por Conrad es que estamos en esa zona espacial-temporal tan compleja que denomina Tiniebla. Algunos de los elementos de occidente (las compañías, los colonos, las misiones...) han penetrado en los confines del territorio, pero a ellos aún no se ha extendido Estado de manera que allí los hombres se comportan al margen de la prevalencia de la ley, con una libertad a veces sólo limitada por su pertenencia a una compañía (como en el lejano oeste en el caso de las compañías de ferrocarriles) o de algun agente de la ley perdido y descontrolado que, normalmente esta corrompido.
La gran tragedia que nos describe Conrad es como bajo esta tiniebla de estado imperceptible puede aparecer lo mejor y lo peor de las personas. Desde Misionerios abnegados que pierden su vida para salvar de las enfermadades más básicas que afectan a los nativos, hasta potentados extremadamente crueles que agotan a todas las poblaciones del entorno al llevarlas hasta la extenuación.
Este comportamiento humano, el ver hasta que punto los principios iniciales se olvidan cuando no hay un mecanismo de "compromiso colectivo" por mantenerlos, es la clave de la obra de Conrad. Por ello el personaje de Kurtz (a lo que a todos nos es imposible ponerle otro rostro que el del gigantesco Marlon Brando) preside todo el relato presente a que sólo aparezca en alguna de sus páginas. Un funcionario de la compañía con un alto nivel intelectual se convierte en el corazón de las Tinieblas en el Poder. Olvida todas sus costumbres occidentales y por descontado su base religiosa, y pasa a ser un jefe tribal capaz de controlar a los nativos del entorno, y ello pese a no disponer de mas "fuerza militar" que el mismo. Y lo hace para conseguir el marfil objeto del deseo de todos, pero también por que, en el fondo el poder, el anillo "tolkeniano", siempre es la verdadera tentación que acecha al ser humano.
Es muy interesante la forma en la que Conrad cierra la obra. No develaremos aquí este final pero si que tanto lo que en él sucede como la forma en la que se cuenta nos hace regresar a la literatura burguesa del XIX, tras un texto presidido por la angustia y por el horror.
En en corazón de las tinieblas, en el límite exterior de la civilización, los seres humanos cambian. Un "profesional burgués" como Kurtz acaba dominando a una tribu mediante técnicas parecidas a las de cualquier jefe tribal.
Como cualquier obra literaria realmente interesante lo que se nos traslada no proviene de una explicación simplista del conflicto entre la bondad innata del nativo y la maldad innata del occidental. Debemos de buscar entre líneas otras razones para lo que sucede en los procesos de expansión de las civilizaciones que no esté basada en explicaciones antropológicas. Durante todo el XIX los europeos van logrando que su libertad y sus derechos personales vayan avanzando frente al poder absoluto del Antiguo Régimen. Y sobre todo, de acuerdo con los principios de las revoluciones de finales del XVIII, que estos derechos estuvieran protegidos por la Ley emanada del conjunto de los ciudadanos y no por la actuación discrecional de los gobernantes. Y además se había conseguido cierto nivel de independencia del sistema judicial para poder defender del poder tales derechos.
Pero en el momento en el que se desarrollan los hechos que Conrad describe el grado de avance que se había conseguido en tales materias no tiene nada que ver con el que ahora tenemos. Y por descontado el manto protector de los nuevos "estados constitucionales" no llegaba a los confines de donde teóricamente ejercían su poder, a ese espacio de "tinieblas" en donde los conflictos de intereses se seguían resolviendo aún en gran parte por la fuerza (o la astucia). Y en donde por lo tanto se reproducen formas de poder tribales o feudales, como lo queramos llamar. Ya sean lideradas por blancos o negros. Y por descontado no cabe pensar que en ausencia de la ley (y de sus sistemas de defensa) las meras convicciones personales sean suficiente para asumir ese poder, incluso cruelmente. De ahí el gran interés que nos despierta el personaje de Kurtz, ya sea en la versión de Conrad o en la de Coppola.
Por lo tanto, más que la idea de "estados capitalistas" que "esquilman continentes enteros" y "masacran a su población" debíamos pensar en una situación "no estado" a favor de la cual los intereses económicos devuelven a las personas a comportamientos tribales, incluyendo desde la violencia más extrema a la magnanimidad y a la solidaridad, a desarrollar los dos extremos entre los cuales siempre se debaten las personas. El empleo del término capitalista en esta etapa es particularmente curioso por que precisamente lo que estamos hablando es de un "actor económico" precapitalista: las compañías monopólicas que como decíamos antes habían sido un factor clave del poder desde el siglo XV. Nada nuevo descubrimos al hablar de las interrelaciones entre los monopolios y los oligopolis y el poder, especialmente escribiendo estas líneas en donde las televisiones, el sistema eléctrico y otros elementos claves funcionan en un régimen oligopólico fuertemente enraizado en las decisiones del poder.
Es evidente que el capitalismo se desarrolla hacia el control monopólico en cuanto no se lo impide el poder político. Y que por contra uno de los objetivos claves de muchos sectores productivos es adquirir una posición monopólica convenciendo o corrompiendo el poder. No en vano en los "estados constitucionales" la lucha contra los monopolios es clave.
Bélgica, una pequeña nación recién inventado como una "contraprogramación" al constitucionalismo francés por la Convención de Viena fue la adjudicataria de los territorios en donde se desarrolla la trama de Conrad. Entonces un tipo de estado especialmente vulnerable a la acción monopólica de los explotadores de las riquezas de la zona y que por lo tanto no tuvo durante mucho tiempo ni interés ni capacidad de extender su "manto protector" y su sistema legal, judicial y policial a los nuevos territorios. En lo que de esta forma se dieron alguno de los episodios más terribles en el cambio entre los poderes tribales tradicionales y los nuevos poderes.
Y con todo ello lo que vemos en el relato de Conrad es algo muy distinto de lo que Mark Twin nos contaba sólo unas décadas antes. El Corazón de las Tinieblas y la obra del autor norteamericano comparten la magia de ser "relatos fluviales". Pero una cosa curiosa: en el caso del segundo los personales descienden de una forma plácida e incluso divertida a favor de la corriente. Y dentro de esta placidez la existencia de la esclavitud es una anécdota que no horroriza a nadie. Marlow ascienden dificultosamente por el río Congo en su pequeño vapor a contracorriente angustiado por el horror que le circunda. Entre ambas escenas la esclavitud había desaparecido (al menos entre los occidentales) de forma que cualquier trato hacia los nativos que se relata no tiene nada que ver con lo que era frecuente poco antes. Pero sobre todo frente a la placidez del primer "relato de aventuras", a finales del XIX el testimonio de Conrad es una verdader tragedia en la que se debaten las convicciones personales y los valores europeos con la codicia y la crueldad.
La obra de Conrad dejó a sus lectores sin ninguna pista sobre lo que podría suceder en Africa en el nuevo siglo que se avecinaba. Pero sin embargo, si hablamos de su biografía, encontraremos algún dato sobre cual podía ser la visión al respecto y sobre que tuvo que ver con lo que en realidad sucedió.
Conrad fue un escritor en inglés. ¿Pero de que nacionalidad?. Por descontado su pasaporte terminó siendo británico. Pero había nacido en el seno de una familia polaca que residía en la ucrania ocupada por los rusos. Recibió una formación "austro-húngara" en Lvov y luego fue un marino que conoció un gran numero de puertos y que compartió singladuras con compañeros de los más diversos orígenes. Para acabar en Inglaterra. Muchos de los escritores del XIX tienen trayectorias vitales parecidas. Desde Roth a Henry James pasando por muchos otros. Sus experiencias, sus amistades, su cultura era europea, occidental, con independencia de sus pasaportes iniciales y finales.
El siglo XIX comenzó con la desaparición formal del último vestigio del Imperio Romano, pero en sus inicios siguió teniendo una fuerte dimensión internacionalista en la que se enmarcaban tanto los ideales de Napoleón como el último intento la Convención de Viena de mantenemiento del sistema entrelazado de casas reales del Antiguo Régimen. Y por descontado el catolicismo era internacionalista como lo eran los movimientos comunistas y socialistas. Y la opera, el teatro, la literatura o la pintura. Y en este seno el nuevo capitalismo industrial surge como un movimiento igualmente internacionalista.
Frente a la difuminación de los antiguos aliados, el poder recurre a una nueva fórmula: el nacionalismo. Y para ello tienen un gran aliado: los poderes económicos locales que eligen las barreras de mercado frente a la innovación como forma de seguir creciendo en una etapa de fuertes cambios. Y en todo caso, y en relación a las colonias, permitiendo mantener una situación monopólica que continue las prácticas de las viejas compañías de bandera de navegación.
Cuando tras la segunda guerra mundial el debate sobre la cuestión africana se pone encima de la mesa el nacionalismo es un punto de encuentro en el que coinciden las élites locales, determinados sectores empresariales que ven la posibilidad de mantener los viejos monopolios (véase el caso de BP) y la influencia soviética que veía como se abría la posibilidad de debilitar a sus enemigos. De manera que la fórmula mágica que se escogió fue la independencia. Eso sí, acompañada de una batería de marcos de cooperación y ayuda que han ido variando con el tiempo y con las circunstancias de cada país.
Cien años después del relato de Conrad, en el este del Congo y en Ruanda, cerca de la zona en la que sitúa su relato, nuestra generación asistió con el mismo horror que rezuma de su relato a uno de los mas gigantescos genocidios de la historia reciente. El poder había cambiado de manos, pero eso no implica que "las tinieblas" desaparecieran. Los nuevos países artificiales no tenían nada que ver con el concepto de estado que sucedió al antiguo régimen, capaz de implantar y proteger los derechos de los ciudadanos frente al poder. De manera que en la zona nebulosa del límite de la civilización los élites locales, azuzadas y armadas por los intereses económicos externos, desarrollaron una baterías de conflictos bélicos con un grado de crueldad pocas veces vista en la historia reciente.
El resto de lo que allí está pasando es igualmente terrible, pero menos divulgado. Por supuesto, tras medio siglo de existencia, los "no-estados" africanos han sido incapaces no sólo de asegurar ciertos derechos a sus ciudadanos sino que en gran parte son meros mecanismos de corrupción en el que sus entramados de poder dilapidan sus propios recursos y las ayudas exteriores. Y de esta forma el progreso económico y el acceso a unas condiciones mínimas de dignidad humana avanzan cada vez más lentamente en relación a lo que sucede en el resto del planeta. Y junto a ello, como casi proféticamente nos avanza Conrad en las últimas páginas que antes comentábamos, los europeos vuelven a su "espacio de confort" restringiendo su análisis al porcentaje del PIB destinado a las ayudas sin entrar en el debate de cules son las causas estructurales de lo que allí está pasando.
Por descontado, este análisis tampoco se hace desde los poderes africanos ni de los que apoyaron la idea de la independencia como solución mágica para Africa, sino que al contrario siguen manteniendo que todo lo que sucede es consecuencia de la "mala colonización". Un mensaje mágico y simplista destinado al éxito entre la inmensa mayoría de la población escasamente formada y que exonera a los poderes locales de cualquier responsabilidad sobre lo que ahora está sucediendo.
Deberíamos distinguir el concepto de nación de la del estado garante de los derechos de los ciudadanos. El primero es con frecuencia un conceptos étnicos, linguistico, racial o geográficos y a ciertas interpretaciones interesadas de la historia. En el segundo lo esencial es la calidad de tales derechos, que alcanzan indiferentemente por personas de cualquier tipo, y que por lo tanto por su propia esencia son multiétnicos y con pluralidad de religiones, lenguas y formas de interrelación social. En ambos casos se simbolizan por banderas, pero a veces estas recuerdan las enseñas de los conflictos tribales o feudales y en otro casos identifican una comunidad de ciudadanos defendiendo sus derechos colectivos.
En muchas ocasiones los Estados de los que hablamos han sido controlados por poderes no democráticos, e incluso si estos lo son, deben de recorrer un largo proceso para que los derechos se ejerzan de una forma igualitaria. Pero en general es posible que podamos considerarlos como formas más avanzadas como instrumentos de organización colectiva de los ciudadanos más avanzados que el concepto de nación al que nos referíamos.
La independencia de Africa es un proceso esencialmente diferente a la independencia de Estados Unidos, Canadá, Australia o la India. La presencia de occidente en Africa fue realmente efímera y obedeció en general a motivos meramente expansionistas, de manera que los tenues estados que se empezaron a implantar fueron rápidamente liquidados (o minimizados) por los poderes locales. Y, como nos indica el testimonio de "El Corazón de las Tinieblas", sin su manto protector, los derechos de los ciudadanos son despreciados por aquellos que son seducidos por el anillo del poder, ya sean de etnia negra o, como el caso de Kurtz cultos burgueses de raza blanca y fuertes convicciones previas.
Y, es necesario decirlo, todo ello ante el fracaso de los órganos internacionales como las Naciones Unidas, evidentemente incapaces de asumir las funciones que se esperaba que desarrollara tras el periodo de la posguerra. Y la pervivencia de conductas nacionalistas en las que mediante uno de sus instrumentos inherentes a su esencia como es el arancel condenan el desarrollo del sector primario en Africa, en un fenómeno de grandes dimensiones que es obviado sistemáticamente por los que tratan de analizar cuestiones tales como las migraciones norte sur.
El pesimismo que nos deja las últimas páginas de "El Corazón de las tinieblas" es el que ahora nos sigue invadiendo cuando pensamos en la cuestión de Africa. Con alguna excepción. La actual República Sudafricana un un modelo que poco a poco va estabilizándose con los principios que antes hablábamos de los Estados garantes de los derechos de sus ciudadanos con independencia de que aún deba de recorrer un largo camino para asegurar las opciones reales de todos sus habitantes al progreso. Camino que comenzó gracias a gigantes de la historia como Nelson Mandela y que ha generado un ciclo de liderazgo y expansión de sus valores en las naciones próximas que quizá sea la primera señal de un solución para los problemas estructurales del continente.
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