Las aventuras de Huckleberry Finn (Mark Twain, 1885). La sociedad esclavista.
La Constitución de Estados Unidos en 1787 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Constituyente francesa son sin duda los dos textos fundacionales de nuestra historia reciente marcada con una larga lucha de las libertades de los ciudadanos frente a las formulas de Poder del antiguo régimen.
Algunos tienden a considerar lo sucedido en aquellos años como el escalón revolucionario que por si mismo cambió la vida de todos los ciudadanos de Europa y de su extensión norteamericana. Nada más lejos de la verdad: el antiguo sistema de poder era mucho más mucho más complejo que lo que podría haberse supuesto y sus tentáculos siguieron (y en parte siguen) enraizados en las creencias de las personas mediante un complejo sistema que se resistía al triunfo de la razón propugnado por los movimientos ilustrados del siglo anterior.
Y a veces este enraizamiento adquiría un perfil trágico en el que la libertad que gozaban parte de los ciudadanos convivía "amigablemente" con la esclavitud. No existe testimonio más escalofriante de ello que la obra de Mark Twain y en particular "Las aventuras de Huckleberry Finn" que como es sabido narran las aventuras vividas por este adolescente y el esclavo Jim.
Cuando se escribe la obra ya había trascurrido dos décadas desde el final de la Guerra de Secesión y de la consiguiente abolición de la esclavitud. Pero la época que se describe en ella no es esta sino la de los años 40 y 50. Tenemos así un testimonio de loas momentos finales de la esclavitud, que en este caso es extraordinariamente interesante ya que no hay duda alguna que en ella Mark Twain recoge una vida muy parecida en su adolescencia. De hecho, como es bien sabido los protagonistas parten de una pequeña localidad junto al río Misuri denominada en la ficción Saint Petesburg muy semejante al lugar en donde el autor pasó los primeros años de su vida.
Quizá el referente más antiguo que tengamos de un "esclavo doméstico" sea el personaje de Cario protagonista de Pluto, la comedia escrita por Aristófanes en el siglo IV a.C.: un esclavo que mediante su inteligencia y sus conocimientos no sólo es capaz la confianza de su dueño sino incluso de bromear a su costa. Un perfil concordante con la suerte que al corrieron muchos de estos esclavos que llegaron a desempeñar una larga serie de funciones privadas y públicas de entidad y que en un número importante se convertían ellos libertos y sus descendientes, a medio o largo plazo, en ciudadanos romanos con plenitud de derechos.
Nada más lejos de la situación de los esclavos domésticos en Estadios Unidos dos mil años después, y taras cincuenta años de vigencia de la Constitución. Jim era un "cuasi-animal" doméstico descrito como una persona sin ningún tipo de formación y educación, incapaz de asumir ningún tipo de rol relevante y que es despreciado incluso por sus propietarias iniciales, unas hermanas cultas y religiosas integradas en la "buena sociedad" del extremo oeste norteamericano. Así por ejemplo, en un momento determinado la tía de Tom Sawyer pregunta si ha habido víctimas en un accidente. Le contestan que no, que sólo a muerto un negro. A lo que ella responde que gracias a Dios que no haya habido muertos.
Las potestades del propietario con su "bien" alcanzaban cuestiones incluso más crueles que los castigos personales. En un momento determinado se decide la venta de una serie de esclavos y, para obtener mejor precio, no se duda en hacerlo por separado, separando a los padres entre sí y a los hijos de ellos. Y ante ello sus antiguas propietarias, integrantes del mismo perfil social antes descrito, se "disgustan" pero sin hacer absolutamente nada para impedirlo.
E incluso la misma relación entre Jim y los dos adolescentes, Finn y Tom, no es para nada una relación de camaradería como nos contaron a muchos jóvenes cuando la lectura de Mark Twain era una de las principales recomendaciones para la "iniciación" a la literatura. Cierto es que existe cierto afecto hacia Jim, pero no por ello deja de ser "su" esclavo que pueden utilizar para divertirse, aunque ello ponga en peligro su liberación final.
Detrás de todo este estado de cosas estaba la religión. En la etapa de la que Twain da testimonio las diversas iglesias del medio oeste americano constituían la única referencia moral y por lo tanto el referente del poder social. Existía libertad de culto sin duda, pero el incumplimiento de su doctrina llevaba a la inmediata exclusión social. En este estado de cosas Tom Sawyer se enfrenta a un importante dilema ya que para él ayudar a huir a Jim era simplemente robar una cosa al antiguo propietario y por lo tanto no solamente un delito sino, lo que más le preocupaba, un pecado grave que ponía en peligro su salvación eterna.
Frente a la visión "buenista" que hemos recibido de las aventuras de Huckleberry Finn cabe recordar que Jim era en realidad su "esclavo" y no su amigo. Y ello por una institución jurídica que tenía unos efectos tremendamente perversos: la recompensa. Los que ayudaban a escapar a un esclavo (o simplemente sabían donde se refugiaban) sabían en el fondo que este seguía estando en sus manos por que en cualquier momento podrían delatarlo y por lo tanto cobrar la recompensa. Y de esta forma se convertían en realidad en sus duelos temporales. El mecanismo de la recompensa extendía pues las ventajas de la esclavitud a todas las personas libres. El abolicionismo se enfrentaba pues no sólo a las ganancias que para los terratenientes suponía la esclavitud, a la comodidad de las familias (en la obra vemos como en las familias de clase media había un esclavo doméstico por cada miembro) y a la religión encubridora. Se enfrentaba también al resto de ciudadanos a los cuales la figura del rescate les otorgaba una situación de dramática supremacía frente a cualquier negro. Como la que tenía Finn respecto a Jim a pesar de su afecto.
La testimonio del que hablamos nos permite también hacer alguna reflexión sobre la cuestión de la esclavitud y base económica del naciente estado norteamericano. Comparando los precios que vemos en el relato da la impresión de que los esclavos eran bastante baratos. Frente al modelo "postmedieval" del incremento de la riqueza/poder mediante la continua lucha entre señoríos/naciones y el capitalista, basado en la innovación tecnológica y en el desarrollo de los medios de producción, la américa de finales del XVIII y principios del XIX se basaba en la disponibilidad de mano de obra esclava proveniente de un mercado ilimitado (nacimientos y capturas en Africa) y por lo tanto estructuralmente barato.
Pero ello tenía algunos efectos colaterales negativos para el progreso de las sociedades. Por una parte los esclavos no consumían nada (vivían del reciclaje y de los desechos) y por lo tanto no servían para expandir las economías de escala que permitían las nuevas tecnologías. Pero además eran una alternativa excelente a la mano de obra no esclava, de manera que los que no podían acceder a una propiedad agrícola o un empleo artesanal se veían condenados a la más absoluta pobreza.
El Misisipí descrito por Twain había sido poco tiempo antes la Luisiana española. Y en él, en la época esclavista, la picaresca (o el bandolerismo) era prácticamente la única salida para los desfavorecidos como nos cuenta una gran parte nuestra literatura del llamado "Siglo de Oro". "Las aventuras de Huckleberry Finn" tiene cierto aroma quijotesco. Al rededor de los personajes principales que deambulan a lo largo de La Mancha/el río Missipí vemos una pléyade de personajes dispuestos a ganarse la vida a costa de sus semejantes ante un sistema productivo y social que no les da ninguna otra opción.
Pero no nos engañemos. Tom Sawyer y Huckleberry Finn no luchan pon ningún ideal y no tratan de liberar a ningún tipo de penados en galeras. Navegan (en el sentido literal de la palabra) entre la sociedad esclavista sin que en ningún memento aparezca reflexión alguna sobre su injusticia y sobre como puede ser trasformada. Y eso pese a que el relato se escribe tras el triunfo de las ideas abolicionistas.
Es posible que Twain escogiera el nombre de Saint Petesbourg para denominar a la que realmente era su ciudad de nacimiento. Pero pensemos que fuera por un momento un guiño a la literatura ruso obras como Crimen y Castigo. Las sociedades descritas en uno y otro relato están en un profundo cambio entre lo viejo y lo nuevo. En donde la vieja religión marca aún la vida social a la vez que va avanzando al libertad. Y en donde la sustitución de la economía del viejo régimen aún no da respuestas a las masas populares. Pero la angustia que trasmite Dostoyevski en cada página aquí es el nihilismo de no tener otro futuro distinto de aquel al que te lleve el río.
Pero lo cierto es que más allá de ello ya se veía otro futuro. Ohio era entonces la tierra de promisión, la puerta a la américa que ya había acabado con la esclavitud. Sólo una casualidad lleva a que los protagonistas (y el autor) prosigan su plácido descenso hacia el profundo sur en vez de ascender por el afluente que da nombre al estado buscando la libertad.
Unos años después de la época de Tom y Finn la Guerra de Secesión ponía fin a la esclavitud y en gran parte cerraba quizá la página más negra de nuestra humanidad. El Estado surgido de la Constitución de 1787 fue suficientemente fuerte para conseguir algunos de sus ideales básicos fundacionales a costa de un cruel conflicto civil que, de alguna forma, cerraba el ciclo de lucha por la Libertad iniciado con la Guerra de la Independencia.
A partir de ahí la lucha por la igualdad de derechos aún duraría muchas décadas. Pero la magnitud de estos efectos no dejan de ser una simple muestra de lo que deparó la indignidad de la época de los relatos de Twain, tan distinta de la arcadia russoniana que nos hicieron ver en ellos en nuestra juventud.
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