Los Buddenbrook (Thomas Mann, 1901). El nacimiento de una nación.
La historia que nos llega, la que se enseña en las escuelas, se rememora en los medios de comunicación y se utiliza por los tertulianos, es fundamentalmente la historia de las naciones. Esto es, la que estudia sobre todo el proceso de formación y confrontación de las naciones.
Sin duda este sería un enfoque interesante si la nación fuera una "principio esencial" de los sistemas de organización que tenemos los humanos para progresar. El problema es que el que concepto de nación no es estructural sino coyuntural, y que por lo tanto ni fue en el pasado la forma típica de interrelación política, ni quizá tampoco lo sea en el futuro.
La nación, entendida como la comunidad de intereses del conjunto de ciudadanos de un territorio para avanzar en sus aspiraciones es un invento muy reciente, de hace apenas dos siglos. Basar en esta figura nuestro conocimiento de la historia sólo sería correcto si descartamos otras formas de organización que quizá en el futuro sean más convenientes.
Para muchos un ejemplo en donde podemos ver todas las esencias de la nación es Alemania. Y sin embargo la nación alemana, el I Reich, es un invento muy reciente, del último tercio del XIX. La organización de los alemanes fue hasta ese momento muy distinta a la de un estado nacional. Y en este sentido Los Buddenbrook, una de las obras claves de la literatura alemana reciente, es un testimonio tremendamente intereasante.
Thoman Mann nace tan sólo cuatro años después de Alemania (el I Reich). Y por lo tanto su familia, la que que rememora en Los Buddenbrook no es una familia alemana sino hanseática. La vida de los Buddenbrook, como la de Mann, se desarrolla en la ciudad de Lübeck en una etapa en la que pese a que habían trascurrido siglos desde que la Liga había perdido toda su importancia era una entidad independiente gobernada por una rudimentaria democracia censitaria.
Las relaciones (empresariales, culturales, laborales, sentimentales y familiares) de los Buddenbrook y las demás familias de la burguesía comercial de Lübeck seguían las líneas del comercio marítimo: Hamburgo, Asterdam, Copenhague, Londres, Riga... Por el contrario Munich es descrita como una ciudad exótica de raras costumbres en el que se hablaba un dialecto ininteligible. Mientras que por el contrario, la burguesía y la aristocracia de Lübeck empleaban una multitud de términos franceses pese a que en los comienzos de la historia habían sido ocupados por las tropas napoleónicas.
El desarrollo del comercio como elemento base del progreso de las naciones había tenido desde el tiempo de los griegos y de los fenicios como sustrato las ciudades-estado independientes coaligadas de diversa forma. Un sustrato en el que nació la democracia, la ciencia y la cultura tal como ahora las conocemos. Para sus ciudadanos la patria era el mar, como exclamaron los soldados griegos cuando volvieron a ver el Mar (en este caso el Negro) tras su largo periplo continental relatado en la Anábasis.
El Estado Romano supuso sin duda una forma diferente de organizar el territorio, pero tras su caída las talasocracias volvieron a ser un elemento clave de esta organización. Con formas muy rudas como la de los pueblos vikingos o con otras impregnadas de la antiguas raíces de nuestra civilización como fueron los casos de Holanda, Inglaterra o de la propia Liga de la Hansa, que en este caso se organizó bajo los principios de las ciudades estado coaligadas que antes rememorábamos.
La vida de los Buddenbrook en su esencia no era diferente de la que tenían los comerciantes griegos 2.500 años antes. Su "patria", su sistema de relaciones para defender sus intereses comunes, se limitaba a sus colegas/competidores tanto de la misma ciudad como de los otros con los que se relacionaba. En esta "patria" sus negocios funcionaban perfectamente pese a las barreras estatales y para que estos se consolidaran lo mejor era establecer relaciones familiares con comerciantes de otras plazas comerciales con independencia de los limites idiomáticos, ya sea en Hamburgo, en Adsterdam o en Londres. Y por otra parte era capaces de controlar el gobierno de sus ciudades implantando políticas de progreso comercial en su beneficio, pero que a su vez creaban una relación de clientelismo (paralela a las romanas o griegas) que desactivaba cualquier conflicto social. De manera que los movimientos revolucionarios del siglo y en especial los de 1848 pasaron son descritos casi en clave de comedia.
Relación clientelar que para nada quiere decir que la "patria" de la burguesía comercial se extendiera a las clases más desfavorecidas. Los límites políticos, sociales y familiares se siguen conservando con toda rigidez a lo largo del XIX, de una forma mucho más estricta que en la Francia del ocaso del Antiguo Régimen. Antiguo Régimen que además en el universo descrito por Mann conserva de una forma monolítica su apoyo en la religión que junto con la familia apoyan todo el entramado social.
De la mano del comercio siempre aparece la cultura en su versión más universal. Y de la misma forma que en las antiguas ciudades estado griegas o en el naciente emporio comercial holandes eran un elemento clave en la vida social y en la formación de los jóvenes. Y en este caso en especial la música que, curiosamente se va configurando poco a poco en uno de los elementos claves de la identidad alemana.
El mundo de los Buddenbrook (de los Mann) nos habla además de formulas empresariales muy avanzadas sólo explicables a la vista de una ancestral tradición de muchos siglos de actividad comercial. En el relato de Mann vemos como algunos de los Buddenbrook se ocupan fundamentalmente en hacerlos avanzar, en una actitud muy diferente de la que percibimos en buena parte de la nueva aristocracia francesa de mediados del XIX, aún apoyada en posiciones puramente rentistas.
Pero curiosamente el progreso que habían creado el avance del transporte y del comercio terminaría con este sistema de ciudades/estado comerciales. La revolución tecnológica de principios del XIX y en particular el ferrocarril sitúan un nuevo actor en el mapa real. Los territorios interiores (Estados Unidos, Rusia, Prusia...) suponen una alternativa al progreso anteriormente basado en los espacios litorales/fluviales y nace la gran industria de la mano de la economía de escala que proporciona el ferrocarril. A los efectos de la caída del Antiguo Régimen en Francia se suman las necesidades de este nuevo modelo productivo. Y todo ello tendría importantes consecuencias en el modelo de gobernanza del territorio.
En 1870 el Lübeck del que nos habla Mann es quizá el último vestigio de los estados/ciudad griegos cuya fortaleza estaba asegurada por el comercio y por la habilidad en su sistema de relaciones. Inclyendo por cierto la unidad arancelaria (Zollverein) que los Buddenbrook aceptan como un paso necesario para el progreso de su forma de vida. Pero la respuesta final no vendría de esta fórmula, sino de la creación de la nación alemana. Concepto surgido además no de la defensa de valores constitucionales y especialmente la libertad, como en Estados Unidos, sino de los que estaban detrás del estado prusiano y, especialmente de principios supremacistas que llevaban a la diferenciación/confrontación entre los pueblos y las personas.
En el nuevo modelo de Estado estos valores se imponen de una forma dramática sobre el resto de valores de los alemanes y en particular sobre los que percibimos en Los Buddenbrook. En sus últimas páginas encontramos algunos textos excepcionales para comprender este proceso. En la escuela a la que asiste uno de los últimos personajes de la saga (probablemente inspirado en el propio autor) se da una enseñanza universal con fuerte presencia de la música, la cultura, las lenguas clásicas y la tecnología....Pero alumnos, y también profesores, empiezan a estar seducidos por la nueva nación y sus recientes triunfos militares frente a Francia y Austria, y por lo tanto por conceptos tales como la férrea disciplina, la obediencia y el orgullo militar. La nueva nación va creciendo poco a poco frente a los verdaderos valores tradicionales de Alemania. El primer paso del poder nacionalista es el control de las nuevas generaciones y la sustitución de los sistemas de valores internacionalistas que nos relacionan con otros pueblos. Por ello sólo al cabo de algunas decenas de años pueden verse sus consecuencias.
Thoman Mann, un alemán criado en una una familia en la que tales valores tradicionales eran claves nos relata en 1901 con angustia los últimos avatares del final de una época y el nacimiento de la nueva nación. Y lo hace mucho antes de que el concepto de nación llevara a Europa y al mundo a guerras tan devastadoras que entonces ningún escritor, ni el más visionario, podría haber previsto.
No nos debe extrañar que el que sin duda estaba destinado a ser uno de los mejores "relatistas burgueses" del nuevo siglo desarrollara luego obras geniales como La montaña mágica o Muerte en Venecia en la que el protagonismo lo tiene la desorientación y la angustia de las personas frente a nuevos e inciertos escenarios.
Dos notas adicionales sobre el testimonio de Mann sobre la Alemania "prenacional". Decíamos que la patria de los Buddenbrook no tenía límites territoriales pero si de clase. Pese a ser también ciudadanos de Lübeck la familia se relacionaba muy poco con sirvientes y empleados salvo en lo referente a las relaciones puramente laborales. Sin embargo el clientelismo, esa relación supralaboral de fidelidad/protección entre empresarios/provedores y trabajadores/consumidores se percibe como una tercera vía de respuesta a las desigualdades alternativa al socialismo de clase. Una vía que quizá esté en el germen de la socialdemocracia triunfante décadas después. Sin embargo esta vía sería ahogada por el nacionalismo que, no lo olvidemos, suponía para las clases desfavorecidas el integrarse por primera vez en un fin común. Pero con el terrible coste de que esta incorporación surgía de la trágica diferenciación respecto a los que se definen como otros, ya sea judíos o franceses. De esta forma no debe de extrañarnos que los ideales nacionalistas permitan ganar elecciones democráticas y arrastrar masas enormes, como sucedería treinta años después de que se escribiera la novela de la que hablamos.
Un último apunte sobre el papel de la mujer. Bastantes décadas después de las obras de las hermanas Bronte o de George Sand las mujeres siguen desempeñando un papel en muchos aspectos y por descontado en los negocios. La formación en el seno de la familia y en las escuelas de las mujeres se centraba en aspectos irrelevantes para ello. Y ello no sólo era injusto sino un problema para la pervivencia de un sistema productivo basado en las familia. En una de las últimas páginas del ligero seis mujeres de la familia velan el cadáver de uno de sus miembros masculinos cuya desaparición supondría tremendos problemas para la continuidad de los negocios familiares. Mujeres que se describen como activas y preparadas en los temas a los que se les había formado, pero que en este caso no se veían capaces de tomar decisiones y que anteponían la fidelidad a la familia a cualquier otro horizonte de desarrollo personal.
Sin duda este sería un enfoque interesante si la nación fuera una "principio esencial" de los sistemas de organización que tenemos los humanos para progresar. El problema es que el que concepto de nación no es estructural sino coyuntural, y que por lo tanto ni fue en el pasado la forma típica de interrelación política, ni quizá tampoco lo sea en el futuro.
La nación, entendida como la comunidad de intereses del conjunto de ciudadanos de un territorio para avanzar en sus aspiraciones es un invento muy reciente, de hace apenas dos siglos. Basar en esta figura nuestro conocimiento de la historia sólo sería correcto si descartamos otras formas de organización que quizá en el futuro sean más convenientes.
Para muchos un ejemplo en donde podemos ver todas las esencias de la nación es Alemania. Y sin embargo la nación alemana, el I Reich, es un invento muy reciente, del último tercio del XIX. La organización de los alemanes fue hasta ese momento muy distinta a la de un estado nacional. Y en este sentido Los Buddenbrook, una de las obras claves de la literatura alemana reciente, es un testimonio tremendamente intereasante.
Thoman Mann nace tan sólo cuatro años después de Alemania (el I Reich). Y por lo tanto su familia, la que que rememora en Los Buddenbrook no es una familia alemana sino hanseática. La vida de los Buddenbrook, como la de Mann, se desarrolla en la ciudad de Lübeck en una etapa en la que pese a que habían trascurrido siglos desde que la Liga había perdido toda su importancia era una entidad independiente gobernada por una rudimentaria democracia censitaria.
Las relaciones (empresariales, culturales, laborales, sentimentales y familiares) de los Buddenbrook y las demás familias de la burguesía comercial de Lübeck seguían las líneas del comercio marítimo: Hamburgo, Asterdam, Copenhague, Londres, Riga... Por el contrario Munich es descrita como una ciudad exótica de raras costumbres en el que se hablaba un dialecto ininteligible. Mientras que por el contrario, la burguesía y la aristocracia de Lübeck empleaban una multitud de términos franceses pese a que en los comienzos de la historia habían sido ocupados por las tropas napoleónicas.
El desarrollo del comercio como elemento base del progreso de las naciones había tenido desde el tiempo de los griegos y de los fenicios como sustrato las ciudades-estado independientes coaligadas de diversa forma. Un sustrato en el que nació la democracia, la ciencia y la cultura tal como ahora las conocemos. Para sus ciudadanos la patria era el mar, como exclamaron los soldados griegos cuando volvieron a ver el Mar (en este caso el Negro) tras su largo periplo continental relatado en la Anábasis.
El Estado Romano supuso sin duda una forma diferente de organizar el territorio, pero tras su caída las talasocracias volvieron a ser un elemento clave de esta organización. Con formas muy rudas como la de los pueblos vikingos o con otras impregnadas de la antiguas raíces de nuestra civilización como fueron los casos de Holanda, Inglaterra o de la propia Liga de la Hansa, que en este caso se organizó bajo los principios de las ciudades estado coaligadas que antes rememorábamos.
La vida de los Buddenbrook en su esencia no era diferente de la que tenían los comerciantes griegos 2.500 años antes. Su "patria", su sistema de relaciones para defender sus intereses comunes, se limitaba a sus colegas/competidores tanto de la misma ciudad como de los otros con los que se relacionaba. En esta "patria" sus negocios funcionaban perfectamente pese a las barreras estatales y para que estos se consolidaran lo mejor era establecer relaciones familiares con comerciantes de otras plazas comerciales con independencia de los limites idiomáticos, ya sea en Hamburgo, en Adsterdam o en Londres. Y por otra parte era capaces de controlar el gobierno de sus ciudades implantando políticas de progreso comercial en su beneficio, pero que a su vez creaban una relación de clientelismo (paralela a las romanas o griegas) que desactivaba cualquier conflicto social. De manera que los movimientos revolucionarios del siglo y en especial los de 1848 pasaron son descritos casi en clave de comedia.
Relación clientelar que para nada quiere decir que la "patria" de la burguesía comercial se extendiera a las clases más desfavorecidas. Los límites políticos, sociales y familiares se siguen conservando con toda rigidez a lo largo del XIX, de una forma mucho más estricta que en la Francia del ocaso del Antiguo Régimen. Antiguo Régimen que además en el universo descrito por Mann conserva de una forma monolítica su apoyo en la religión que junto con la familia apoyan todo el entramado social.
De la mano del comercio siempre aparece la cultura en su versión más universal. Y de la misma forma que en las antiguas ciudades estado griegas o en el naciente emporio comercial holandes eran un elemento clave en la vida social y en la formación de los jóvenes. Y en este caso en especial la música que, curiosamente se va configurando poco a poco en uno de los elementos claves de la identidad alemana.
El mundo de los Buddenbrook (de los Mann) nos habla además de formulas empresariales muy avanzadas sólo explicables a la vista de una ancestral tradición de muchos siglos de actividad comercial. En el relato de Mann vemos como algunos de los Buddenbrook se ocupan fundamentalmente en hacerlos avanzar, en una actitud muy diferente de la que percibimos en buena parte de la nueva aristocracia francesa de mediados del XIX, aún apoyada en posiciones puramente rentistas.
Pero curiosamente el progreso que habían creado el avance del transporte y del comercio terminaría con este sistema de ciudades/estado comerciales. La revolución tecnológica de principios del XIX y en particular el ferrocarril sitúan un nuevo actor en el mapa real. Los territorios interiores (Estados Unidos, Rusia, Prusia...) suponen una alternativa al progreso anteriormente basado en los espacios litorales/fluviales y nace la gran industria de la mano de la economía de escala que proporciona el ferrocarril. A los efectos de la caída del Antiguo Régimen en Francia se suman las necesidades de este nuevo modelo productivo. Y todo ello tendría importantes consecuencias en el modelo de gobernanza del territorio.
En 1870 el Lübeck del que nos habla Mann es quizá el último vestigio de los estados/ciudad griegos cuya fortaleza estaba asegurada por el comercio y por la habilidad en su sistema de relaciones. Inclyendo por cierto la unidad arancelaria (Zollverein) que los Buddenbrook aceptan como un paso necesario para el progreso de su forma de vida. Pero la respuesta final no vendría de esta fórmula, sino de la creación de la nación alemana. Concepto surgido además no de la defensa de valores constitucionales y especialmente la libertad, como en Estados Unidos, sino de los que estaban detrás del estado prusiano y, especialmente de principios supremacistas que llevaban a la diferenciación/confrontación entre los pueblos y las personas.
En el nuevo modelo de Estado estos valores se imponen de una forma dramática sobre el resto de valores de los alemanes y en particular sobre los que percibimos en Los Buddenbrook. En sus últimas páginas encontramos algunos textos excepcionales para comprender este proceso. En la escuela a la que asiste uno de los últimos personajes de la saga (probablemente inspirado en el propio autor) se da una enseñanza universal con fuerte presencia de la música, la cultura, las lenguas clásicas y la tecnología....Pero alumnos, y también profesores, empiezan a estar seducidos por la nueva nación y sus recientes triunfos militares frente a Francia y Austria, y por lo tanto por conceptos tales como la férrea disciplina, la obediencia y el orgullo militar. La nueva nación va creciendo poco a poco frente a los verdaderos valores tradicionales de Alemania. El primer paso del poder nacionalista es el control de las nuevas generaciones y la sustitución de los sistemas de valores internacionalistas que nos relacionan con otros pueblos. Por ello sólo al cabo de algunas decenas de años pueden verse sus consecuencias.
Thoman Mann, un alemán criado en una una familia en la que tales valores tradicionales eran claves nos relata en 1901 con angustia los últimos avatares del final de una época y el nacimiento de la nueva nación. Y lo hace mucho antes de que el concepto de nación llevara a Europa y al mundo a guerras tan devastadoras que entonces ningún escritor, ni el más visionario, podría haber previsto.
No nos debe extrañar que el que sin duda estaba destinado a ser uno de los mejores "relatistas burgueses" del nuevo siglo desarrollara luego obras geniales como La montaña mágica o Muerte en Venecia en la que el protagonismo lo tiene la desorientación y la angustia de las personas frente a nuevos e inciertos escenarios.
Dos notas adicionales sobre el testimonio de Mann sobre la Alemania "prenacional". Decíamos que la patria de los Buddenbrook no tenía límites territoriales pero si de clase. Pese a ser también ciudadanos de Lübeck la familia se relacionaba muy poco con sirvientes y empleados salvo en lo referente a las relaciones puramente laborales. Sin embargo el clientelismo, esa relación supralaboral de fidelidad/protección entre empresarios/provedores y trabajadores/consumidores se percibe como una tercera vía de respuesta a las desigualdades alternativa al socialismo de clase. Una vía que quizá esté en el germen de la socialdemocracia triunfante décadas después. Sin embargo esta vía sería ahogada por el nacionalismo que, no lo olvidemos, suponía para las clases desfavorecidas el integrarse por primera vez en un fin común. Pero con el terrible coste de que esta incorporación surgía de la trágica diferenciación respecto a los que se definen como otros, ya sea judíos o franceses. De esta forma no debe de extrañarnos que los ideales nacionalistas permitan ganar elecciones democráticas y arrastrar masas enormes, como sucedería treinta años después de que se escribiera la novela de la que hablamos.
Un último apunte sobre el papel de la mujer. Bastantes décadas después de las obras de las hermanas Bronte o de George Sand las mujeres siguen desempeñando un papel en muchos aspectos y por descontado en los negocios. La formación en el seno de la familia y en las escuelas de las mujeres se centraba en aspectos irrelevantes para ello. Y ello no sólo era injusto sino un problema para la pervivencia de un sistema productivo basado en las familia. En una de las últimas páginas del ligero seis mujeres de la familia velan el cadáver de uno de sus miembros masculinos cuya desaparición supondría tremendos problemas para la continuidad de los negocios familiares. Mujeres que se describen como activas y preparadas en los temas a los que se les había formado, pero que en este caso no se veían capaces de tomar decisiones y que anteponían la fidelidad a la familia a cualquier otro horizonte de desarrollo personal.
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