Crimen y Castigo (Fiódor Dostoyevski, 1866). La otra Europa.
Tendemos a considerar a Rusia como un estado que más allá de su posición geográfica no forma parte de lo que denominamos Europa. Es evidentemente que el último siglo ha sido una etapa de fuerte distanciamiento incluyendo situaciones de tremenda tensión como la guerra cuyos rescoldos postreros llegan hasta nuestros días.
La cuestión es si este siglo de relaciones tensas y distantes ha sido una mera coyuntura histórica o responde a las tensiones de dos realidades esencialmente diferentes. Afortunadamente la literatura rusa del XIX nos ofrece un espléndido abanico de testimonios sobre lo que fue ese pais en el periodo anterior a la Revolución de Octubre. Elegimos Crimen y Castigo una obra de lectura apasionante sobre la condición humana que se desarrolla en el San Petesburgo de 1860, al corazón de la Rusia anterior a su transformación radical tras la Revolución de Octubre.
Para comprender el papel de esta ciudad en dicha época es interesante hacer algun comentario sobre el proceso histórico que llevó a la fundación de San Petesburgo como nueva capital del país.
A finales del primer milenio, surge el Rus de Kiev, germen de la actual Rusia, entorno a la actual capital de Ucrania. Un punto clave para controlar/potenciar las comunicaciones entre las llanuras del Este de Europa hacia el resto del continente a través fundamentalmente del Dnieper y del Mar Negro. No olvidemos que hasta hace tan sólo unos siglos el transporte terrestre era sumamente dificultoso e inseguro de manera que la lectura del territorio que debemos hacer para comprender aquella época debe ser marítima y fluvial, y en torno a tales facilidades es como crecían los estados y sus interrelaciones.
Estos nexos comerciales a través de Constantinopla conllevaron un ciclo de "extensión de la romanidad" parecido al que poco antes se había desarrollado más allá del Rhin en la etapa de Carlomagno. Este fenómeno ha sido poco tratado, especialmente desde enfoques nacionalistas (o eslavistas) de la historia. Pero si queda perfectamente reflejado en la historia de las religiones. Tenemos un extraordinario testimonio de la conversión al cristianismo del Rus de Kiev en las catedrales de Santa Sofía de Kiev y Nóvgorod, en las que las soluciones arquitectónicas e incluso su advocación nos llevan al Imperio Romano de Oriente que entonces aún era un potente estado desde el punto de vista militar, cultural y político.
Con el comercio se difundió la religión, la arquitectura y, evidentemente una larga serie de valores, técnicas y fórmulas sociales y políticas que sin duda tuvieron una gran influencia en el nuevo estado que daría lugar a Rusia. De hecho el Rus de Kiev se convirtió un un reino europeo más e incluso algunos de los miembros de su familia real emparentaron con las otras dinastías reinantes en Europa.
Pero esta europeidad naciente sufrió en los siglos siguientes las tremendas consecuencias de las invasiones mogolas y, sobre todo, del avance del Islam que a finales del Siglo XIV cortó la conexión del Danubio y que poco después ocupó Constantinopla cortando así las relaciones por el sur del Principado de Moscú, heredero de la hegemonía del Rus de Kiev, con el resto de Europa.
Pero afortunadamente, dos siglos después, Pedro I pone el centro de su "agenda política" el reestablecer el nexo de Rusia con el resto de Europa mediante la genial idea de la creación de un nuevo polo de conexión entre ambos mundos situado esta vez en el Báltico, lejos de la amenaza musulmana. La creación de San Petesburgo fue sin duda la mayor operación de política territorial que conoció Europa desde la etapa de Augusto y ni siquiera el Berlín prusiano la superó. Para ello hizo falta arrebatar a los suecos el control de un punto clave desde el cual, a través del río Neva y del lago Onega se conectaba con la red toda la red fluvial que articulaba Rusia hasta los mares Negro y Caspio (nuevamente es esencial considerar la configuración del sistema de comunicaciones para comprender la historia: antes del desarrollo de las comunicaciones terrestres en el XIX el interés de Rusia por el control del resto de la costa báltica era marginal y de ahí que Estonia, Letonia y Lituania sean en estos momentos países bálticos plenamente integrados en Europa).
San Petesburgo nace a principios del Siglo XVIII como una ciudad plenamente europea. Por descontado desde el punto de vista urbanístico: un conjunto de urbanistas y arquitectos italianos, franceses y rusos pueden plasmar casi dos siglos antes de la creación de Washington los ideales clásicos y renacentistas e incluso se "ficha" como "ingeniero jefe" al español Agustín de Betancour de la mano del cual se traslada la mejor ingeniería disponible entonces en Europa.
Pero a través de la obra de Dostoyevski vemos que esa europeidad trasciende el escenario material. El San Petesburgo de Crimen y Castigo es una ciudad europea en todos los sentidos, plenamente integrada en las inquietudes sociales y políticas del continente.
Nuevamente de la mano del comercio se producen una serie de interrelaciones que, siglo y medio después de la creación de la ciudad, ya formaban parte de su esencia. En primer lugar vemos una ciudad cosmopolita en la que muchos extranjeros (fundamentalmente alemanes) habían acudido a vivir o a montar pequeños negocios. Y en la que las tendencias europeas alcanzaban no solamente a la alta burguesía y a la aristocracia sino también a las masas populares. En un momento dado una de las protagonistas canta a sus hijos "Mambrú se fue a la guerra..." una canción popular que hace algunas décadas cantaban también los niños españoles.
Y por descontado allí llegaban (y salían) las crecientes preocupaciones sociales y las ideologías emergentes al respecto. Parte del especial interés de Crimen y Castigo es que nos habla de la vida de clases humildes y a veces miseras que a diferencia de las zonas rurales tenían cierto nivel de formación. Y que por lo tanto comenzaban a buscar soluciones a las desigualdades en un amplio abanico que iba desde el ascenso social a través de fórmulas parecidas a los pícaros españoles del Siglo de Oro hasta la beneficencia pasando por las que luego se llamarían "soluciones de clase". Así uno de los personajes propugna el rechazo a las ayudas de los "ricos", la formación de comunas o la igualdad de la mujer incluso en cuestiones que hoy nos parecen tan modernas como el rechazo a los saludos diferenciados. Todo ello en un momento en el que la servidumbre acababa de abolirse y en la que tras la alegría inicial se planteaban los nuevas fórmulas alternativas que fueran capaz de sacar de unas condiciones deleznables de vida a decenas de millones de rusos, una parte de los cuales habían acudido tras su "liberación" a San Petesburgo como ciudad de promisión en la que pensaban encontrar un futuro mejor.
En la década de los 60, pues, había aflorado ya una corriente de pensamiento (Dostoyevski se refiere a ellos como "los que protestan") que propugnaba soluciones alternativas que rompían radicalmente son la estructura social precapitalista dominante. Crimen y Castigo es prácticamente coetánea a "El Capital". Por lo tanto esa idea de que el socialismo marxista se fue extendiendo hacia Rusia y es allí donde condujo a su primero proceso revolucionario triunfante debiera ser matizada.
El San Petesburgo de Dostoyevski es una ciudad de aluvión. Todos los personajes han nacido fuera de la ciudad y, en casi todos los casos, llegan a ella temporalmente pensando en que volveran a su tierra de procedencia. San Petesburgo era pues el gran nodo desde el que se difundían las nuevas ideas al gigantesco territorio ruso...y especialmente en el momento en el que ferrocarril empezada a facilitar dicha comunicación.
Crimen y Castigo es un relato angustioso en el que los personajes se debaten permanentemente como actuar en un escenario que en el que empezaban a vislumbrarse opciones que hasta entonces nunca habían estado presentes. Una ciudad en la que como en el Nueva York coetáneo coexistía la versión más cerrada y austera de la religión con el nuevo ateísmo, la moralidad como principio esencial de la sociedad con la ruptura de todas las normas y las posibilidades de éxito social y económico con la pobreza, la depravación (incluyendo la dedicación de las hijas a la prostitución como alternativa a la misería) y la muerte.
La fundación de San Petesburgo fue un afortunado salto hacia la modernidad y la interrelación con el resto de Europa. La extraordinaria obra de Dostoyevski en si misma apuntala esta tesis. El y el resto de grandes autores y músicos rusos del XIX fueron, y siguen siendo, especialmente considerados en el resto de Europa. Y ello es en el fondo por que obedecen en su esencia a una cultura común que desgraciadamente ha debido atravesar grandes paréntesis de distanciamiento. Como el que se abrió medio siglo después de la etapa descrita en la obra que comentamos y que aún en estos momentos no se ha cerrado.
Por último algo casi anecdótico. Crimen y Castigo se desarrolla en un ambiente tropical. En medio de un calor insufrible con días que se alargan hasta cerca de la media noche y con gentes que les gusta hacer la vida en la calle como si fuera la Sicilia de Lampedusa o el Nueva Orleans de John Kennedy Toole. Quizá una causalidad. O quizá una argucia del autor para desterrar los tópicos que siempre se han utilizado para separar a su país del resto de la civilización europea.
La cuestión es si este siglo de relaciones tensas y distantes ha sido una mera coyuntura histórica o responde a las tensiones de dos realidades esencialmente diferentes. Afortunadamente la literatura rusa del XIX nos ofrece un espléndido abanico de testimonios sobre lo que fue ese pais en el periodo anterior a la Revolución de Octubre. Elegimos Crimen y Castigo una obra de lectura apasionante sobre la condición humana que se desarrolla en el San Petesburgo de 1860, al corazón de la Rusia anterior a su transformación radical tras la Revolución de Octubre.
Para comprender el papel de esta ciudad en dicha época es interesante hacer algun comentario sobre el proceso histórico que llevó a la fundación de San Petesburgo como nueva capital del país.
A finales del primer milenio, surge el Rus de Kiev, germen de la actual Rusia, entorno a la actual capital de Ucrania. Un punto clave para controlar/potenciar las comunicaciones entre las llanuras del Este de Europa hacia el resto del continente a través fundamentalmente del Dnieper y del Mar Negro. No olvidemos que hasta hace tan sólo unos siglos el transporte terrestre era sumamente dificultoso e inseguro de manera que la lectura del territorio que debemos hacer para comprender aquella época debe ser marítima y fluvial, y en torno a tales facilidades es como crecían los estados y sus interrelaciones.
Estos nexos comerciales a través de Constantinopla conllevaron un ciclo de "extensión de la romanidad" parecido al que poco antes se había desarrollado más allá del Rhin en la etapa de Carlomagno. Este fenómeno ha sido poco tratado, especialmente desde enfoques nacionalistas (o eslavistas) de la historia. Pero si queda perfectamente reflejado en la historia de las religiones. Tenemos un extraordinario testimonio de la conversión al cristianismo del Rus de Kiev en las catedrales de Santa Sofía de Kiev y Nóvgorod, en las que las soluciones arquitectónicas e incluso su advocación nos llevan al Imperio Romano de Oriente que entonces aún era un potente estado desde el punto de vista militar, cultural y político.
Con el comercio se difundió la religión, la arquitectura y, evidentemente una larga serie de valores, técnicas y fórmulas sociales y políticas que sin duda tuvieron una gran influencia en el nuevo estado que daría lugar a Rusia. De hecho el Rus de Kiev se convirtió un un reino europeo más e incluso algunos de los miembros de su familia real emparentaron con las otras dinastías reinantes en Europa.
Pero esta europeidad naciente sufrió en los siglos siguientes las tremendas consecuencias de las invasiones mogolas y, sobre todo, del avance del Islam que a finales del Siglo XIV cortó la conexión del Danubio y que poco después ocupó Constantinopla cortando así las relaciones por el sur del Principado de Moscú, heredero de la hegemonía del Rus de Kiev, con el resto de Europa.
Pero afortunadamente, dos siglos después, Pedro I pone el centro de su "agenda política" el reestablecer el nexo de Rusia con el resto de Europa mediante la genial idea de la creación de un nuevo polo de conexión entre ambos mundos situado esta vez en el Báltico, lejos de la amenaza musulmana. La creación de San Petesburgo fue sin duda la mayor operación de política territorial que conoció Europa desde la etapa de Augusto y ni siquiera el Berlín prusiano la superó. Para ello hizo falta arrebatar a los suecos el control de un punto clave desde el cual, a través del río Neva y del lago Onega se conectaba con la red toda la red fluvial que articulaba Rusia hasta los mares Negro y Caspio (nuevamente es esencial considerar la configuración del sistema de comunicaciones para comprender la historia: antes del desarrollo de las comunicaciones terrestres en el XIX el interés de Rusia por el control del resto de la costa báltica era marginal y de ahí que Estonia, Letonia y Lituania sean en estos momentos países bálticos plenamente integrados en Europa).
San Petesburgo nace a principios del Siglo XVIII como una ciudad plenamente europea. Por descontado desde el punto de vista urbanístico: un conjunto de urbanistas y arquitectos italianos, franceses y rusos pueden plasmar casi dos siglos antes de la creación de Washington los ideales clásicos y renacentistas e incluso se "ficha" como "ingeniero jefe" al español Agustín de Betancour de la mano del cual se traslada la mejor ingeniería disponible entonces en Europa.
Pero a través de la obra de Dostoyevski vemos que esa europeidad trasciende el escenario material. El San Petesburgo de Crimen y Castigo es una ciudad europea en todos los sentidos, plenamente integrada en las inquietudes sociales y políticas del continente.
Nuevamente de la mano del comercio se producen una serie de interrelaciones que, siglo y medio después de la creación de la ciudad, ya formaban parte de su esencia. En primer lugar vemos una ciudad cosmopolita en la que muchos extranjeros (fundamentalmente alemanes) habían acudido a vivir o a montar pequeños negocios. Y en la que las tendencias europeas alcanzaban no solamente a la alta burguesía y a la aristocracia sino también a las masas populares. En un momento dado una de las protagonistas canta a sus hijos "Mambrú se fue a la guerra..." una canción popular que hace algunas décadas cantaban también los niños españoles.
Y por descontado allí llegaban (y salían) las crecientes preocupaciones sociales y las ideologías emergentes al respecto. Parte del especial interés de Crimen y Castigo es que nos habla de la vida de clases humildes y a veces miseras que a diferencia de las zonas rurales tenían cierto nivel de formación. Y que por lo tanto comenzaban a buscar soluciones a las desigualdades en un amplio abanico que iba desde el ascenso social a través de fórmulas parecidas a los pícaros españoles del Siglo de Oro hasta la beneficencia pasando por las que luego se llamarían "soluciones de clase". Así uno de los personajes propugna el rechazo a las ayudas de los "ricos", la formación de comunas o la igualdad de la mujer incluso en cuestiones que hoy nos parecen tan modernas como el rechazo a los saludos diferenciados. Todo ello en un momento en el que la servidumbre acababa de abolirse y en la que tras la alegría inicial se planteaban los nuevas fórmulas alternativas que fueran capaz de sacar de unas condiciones deleznables de vida a decenas de millones de rusos, una parte de los cuales habían acudido tras su "liberación" a San Petesburgo como ciudad de promisión en la que pensaban encontrar un futuro mejor.
En la década de los 60, pues, había aflorado ya una corriente de pensamiento (Dostoyevski se refiere a ellos como "los que protestan") que propugnaba soluciones alternativas que rompían radicalmente son la estructura social precapitalista dominante. Crimen y Castigo es prácticamente coetánea a "El Capital". Por lo tanto esa idea de que el socialismo marxista se fue extendiendo hacia Rusia y es allí donde condujo a su primero proceso revolucionario triunfante debiera ser matizada.
El San Petesburgo de Dostoyevski es una ciudad de aluvión. Todos los personajes han nacido fuera de la ciudad y, en casi todos los casos, llegan a ella temporalmente pensando en que volveran a su tierra de procedencia. San Petesburgo era pues el gran nodo desde el que se difundían las nuevas ideas al gigantesco territorio ruso...y especialmente en el momento en el que ferrocarril empezada a facilitar dicha comunicación.
Crimen y Castigo es un relato angustioso en el que los personajes se debaten permanentemente como actuar en un escenario que en el que empezaban a vislumbrarse opciones que hasta entonces nunca habían estado presentes. Una ciudad en la que como en el Nueva York coetáneo coexistía la versión más cerrada y austera de la religión con el nuevo ateísmo, la moralidad como principio esencial de la sociedad con la ruptura de todas las normas y las posibilidades de éxito social y económico con la pobreza, la depravación (incluyendo la dedicación de las hijas a la prostitución como alternativa a la misería) y la muerte.
La fundación de San Petesburgo fue un afortunado salto hacia la modernidad y la interrelación con el resto de Europa. La extraordinaria obra de Dostoyevski en si misma apuntala esta tesis. El y el resto de grandes autores y músicos rusos del XIX fueron, y siguen siendo, especialmente considerados en el resto de Europa. Y ello es en el fondo por que obedecen en su esencia a una cultura común que desgraciadamente ha debido atravesar grandes paréntesis de distanciamiento. Como el que se abrió medio siglo después de la etapa descrita en la obra que comentamos y que aún en estos momentos no se ha cerrado.
Por último algo casi anecdótico. Crimen y Castigo se desarrolla en un ambiente tropical. En medio de un calor insufrible con días que se alargan hasta cerca de la media noche y con gentes que les gusta hacer la vida en la calle como si fuera la Sicilia de Lampedusa o el Nueva Orleans de John Kennedy Toole. Quizá una causalidad. O quizá una argucia del autor para desterrar los tópicos que siempre se han utilizado para separar a su país del resto de la civilización europea.
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